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Washington Atencio: una poética de la mixtura

Washington Atencio.

Washington Atencio.

Por Alejandra Cordero (*)

Ser poeta

Al decir de María Negroni la poesía es la conciencia más aguda del lenguaje y poeta aquel que trabaja más arduamente con el significante.

Pensé en la poesía de Atencio al leer esto. No sé si lo hace de manera consciente, pero como lectora de su poesía puedo asegurar que hay una búsqueda implacable en las aguas del lenguaje para dar con la palabra indicada, con la palabra justa,  una elección exquisita y un trabajo minucioso detrás de su escritura.

Este poeta moldea lo que quiere decir, lo que quiere significar, aparenta querer domesticar el costado salvaje del lenguaje. Es solo una apariencia. Washington sabe que no se puede domesticar de manera completa el lenguaje. Entonces, a sabiendas de eso, lo que hace es darle entrada a lo salvaje y dejarlo devenir en sus versos. Su poesía está atravesada de esa franja indomable de la lengua. No se puede decir todo, no se podrá y de todas maneras, sin ninguna certeza Washington Atencio insistirá para asir de alguna manera el amor, lo salvaje, lo silvestre, el vínculo, la belleza, lo pequeño y lo armonioso de la naturaleza.

No se puede pensar su poesía sin pensar en el campo entrerriano, en ese paisaje y no en otro y a eso nos lleva desde  el primer poema de Hoguera de Jazmines. El poema inaugural de la obra publicada de W. Atencio, Maíz tiene la contundencia de simbolizar de manera particular la madre en búsqueda de alimento, la madre proveedora del sustento para la cría, y ya ese solo poema vale toda su poesía. En esos versos primeros aparece el campo, la mujer que conoce el campo, habituada a ese paisaje, en armonía con la naturaleza. La mujer que toma de la tierra lo que la tierra brinda, sin violentarla.

Este poemario desde su título es excepcional. Un oxímoron que nos obliga a revisar el sentido que tenemos de hoguera, generalmente donde se manda a morir. La quema, que en el mejor de los casos podría ser la de cosas para dejar atrás, las llamaradas también son purificación, fin e inicio de las cosas.

Una hoguera de jazmines aparece como una delicia, un paraíso de aroma y también visual. El costado más bello de lo natural de los jardines se nos presenta. Estos tópicos: las flores, la flora, la fauna, el jardín agreste pero también el de un departamento, lo humano integrado a la naturaleza, van a ser iterativos en casi toda su obra.

Pero es espinillo

Y mi mirada se afila

En agujas que se tensan al  sol.

Abandono el plumaje

Y mi canto se apaga en tu nombre.

Cada tarde

Elijo la rama más filosa

Para estrellarme.  (Alambre de púas. Fragmento)

El perfume de la fogata, de la hoguera, lo salvaje del jardín no cultivado y el fuego que cambia permanentemente dan inicio a la voz del poeta Washington Atencio. Así también su poesía es fuego que cambia de color, es llama que se agiganta, que alumbra y que quema.

Una poética de la mixtura

En sus poemas trabaja la sensorialidad, las imágenes mixturando lo animal, lo vegetal y lo humano.

En este campo antes hubo liebres.

Bastaba dar unos pasos

después del alambrado

para que saltaran en todas direcciones.

Mi abuelo me contó como las cazaban

Antes. (Hubo liebres. Fragmento.)

En su poemario Nuestra sombra volcada en el río el ciclo de la naturaleza está traspolado al amor humano, pero con las particularidades que brinda la naturaleza. En esta obra los tópicos del amor, del deseo, de lo inalcanzable se vuelven poesía. Y la poesía es semilla que germina, es árbol, es fruto, es sombra que da cobijo, es vida y da vida o protege la vida de otros. Cada uno de los lectores podemos hacer nido en los versos y guarecernos al menos un rato de las tormentas. El yo lírico se funde como una entidad más a lo animal y vegetal al igual que  en Sueño con tigres.

Siembra

Fuimos granos

amarilleando

en la tormenta.

Brotamos

rojos

en lo oscuro. (Nuestra sombra volcada en el río)

En su último libro se remarca la condición de la poesía  para gestar belleza con lo minúsculo, con lo mundano. Nos recuerda así que no todo es tema; sino además musicalidad, aliteración, es el orden en el que el poeta ubicó las palabras en el verso.

El poeta contempla la naturaleza pero también está invadido por la ilusión, se podría decir, deseo, de comprender y fundirse con ella. Como dice Michelle Petit nos presenta el mundo, el que le fue dado, el que pudo absorber con su mirada pero también con su piel, el mundo que le dieron cuando niño diría la teórica pero también el que armó. Un mundo en el que la naturaleza no es un afuera, no es un otra cosa sino que aparece en comunión con lo humano, o más exacto al revés, lo humano en comunión y paz con la naturaleza.

En el poema Señal (Sueño con tigres) aparecen las creencias, los saberes populares, lo ancestral, lo antiguo, lo salvaje pero también las significaciones con las que cada uno de los lectores cargamos a cada palabra, a cada cosa, animal o árbol. Presagios de aves como que ellas van a velar por nosotros. A los teros que anuncian visita les agregó en esta lectura lo que se cree de los benteveos, las lechuzas o búhos, como pájaros de mal agüero.

Una ruptura en su línea poética

Un poemario diferente es Acaso luz, más oscuro, como escrito desde la penumbra, desde la detención y la incertidumbre no de la escritura sino de la vida misma, como lo era todo en el año 2020. La búsqueda en esta obra tiene un tono aparente de ejercicio experimental, con hojas en blanco, una pausa, un no ver, no estar. Tiene más que ver con la vida en peligro, con la enfermedad, con el cuerpo que enferma y muere, puede morir.

Poesías teñidas de lo experiencial del yo poético que está atravesado por la certeza de la finitud de la vida y las sombras y la muerte que acecha, en el 2020 más que antes. Adentro el miedo, el cuidado. En todos lados el filo delgado entre el par vida- muerte y afuera la vida en ebullición como siempre.

La actitud de volver a mirar todas y cada una de las cosas una vez más. Una vez que es nueva,  una mirada de estreno diferente en los ojos de cada quien que mira

La poesía se mira

Por último no quiero dejar de destacar las reflexiones acerca del lenguaje. Trabajar con la materialidad de la lengua y saber de sus límites.

Un bosque es un bosque

recordás

y la palabra se pliega

porque sabe de límites.  (Sembrado, Fragmento)

En el poema Ritual (Sueño con tigres) el yo indaga sobre el significado, el alcance de una palabra, qué puede decir realmente y qué esconde si es que esconde algo o qué no puede decir.

El lenguaje no solo como esa capacidad de dar entidad sino también como una fuerza que a veces marca al poeta, al ritmo del verso, si hay encabalgamiento o no, el orden del verso si respeta la estructura consagrada o en el desborde del decir se revela y se ordena según una lógica distinta. La lengua como posibilidad e imposibilidad permanente.

El poema Sal también del último libro de Washington Atencio plasma una alegoría de las imposibilidades o incertidumbres del artista, del poeta. Este texto monumental habla del ciclo de nacimiento y supervivencia, podríamos decir, de los flamencos, pero también de la escritura, de la voz que surge en el páramo como esperanza.

romper cascarón en tierra desierta

se parece a escribir (Sal. Fragmento)

La fuerza de esta imagen radica en la determinación de ser a pesar de todo, la escritura como la búsqueda sin respuesta, la literatura no da respuesta y a eso el poeta lo sabe, y con preguntas, con dudas va tras esa posibilidad, tras un tal vez, eso es escribir, eso es ser poeta, ser a pesar de todo, escribir a pesar de las inhabilitaciones del propio lenguaje como materialidad del poeta a la hora de crear.

(*): escritora.

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