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Clásicos, pizza y fainá

River-Boca

Pasó un fin de semana de clásicos en el fútbol argentino, en el marco de la Copa de la Liga Profesional.

* Diego H. Fernández

(Especial para ANÁLISIS)

Un día en vísperas de un clásico rosarino Marcelo Bielsa caminaba nervioso por la concentración de Newell's Old Boys y vio a uno de sus jugadores frente a la consola de videojuegos, inmediatamente se acercó y con voz interrogativa exclamó: “¿Qué daría usted por ganar mañana?”. El jugador sorprendido respondió sin pensar: “por ganar mañana doy lo que sea”. Y retrucó el entrenador: “-Sí, pero que es lo que sea”. Y la respuesta fue:“Y no sé Marcelo doy todo”. Enseguida el DT rosarino manifestó: “Esa respuesta no me alcanza. Yo por ganar mañana me cortaría un dedo”.

Sin ser tan extremista como Marcelo Bielsa todos los que formamos parte del universo fútbol sabemos lo que significa jugar un clásico y en eso se incluye el famoso latiguillo “En este partido se juegan mucho más que tres puntos” y claro que es así. La historia, la tradición, la rivalidad y el placer de salir victorioso suman mucho más que puntos y ni hablar de la repercusión mediática, psicológica y emocional que genera tanto la victoria como la derrota.

Como futbolista amateur y luego como profesional me ha tocado jugar muchísimos clásicos, Deportivo Villalonga vs Fortín Club de Pedro Luro, en la liga de Villarino, Rosario Puerto Belgrano vs Sporting en mi ciudad, Punta Alta, por la Liga del Sur, Villa Mitre vs Olimpo en la Liga, en el Federal A y por el Nacional B, Unión vs Colon en Santa Fe, Racing vs Talleres y Racing vs Belgrano en Córdoba por el Nacional B, Alianza Atlético de Sullana vs Atlético Grau de Piura en la Primera División del fútbol peruano, Atlanta vs All Boys por la Primera B Metropolitana, Juventud Antoniana vs Gimnasia y Tiro en Salta por el Nacional B, muchos, y  en todos ellos no importa liga, ni categoría, ni ciudad, ni país donde se juega las sensaciones y los deseos son iguales.

La semana previa es totalmente distinta a todas las demás, la gente así te lo hace sentir y tu cuerpo también. En todos esos clásicos que me ha tocado jugar he saboreado las mieles del triunfo y la amargura de la derrota. La euforia de saberse el dueño de esa contienda especial y la desazón del no poder sacar un resultado positivo para la estadística histórica con la que cada vez que se vuelve a disputar los programas radiales y televisivos llenan su programación dejando claro que un cásico ganado o perdido siempre deja huella.   

Este fin de semana en la Argentina por esas programaciones especiales que dan las mil y una formas en que se disputan los torneos en nuestro país hizo que se jugaran todos los clásicos de la Copa de la Liga, si todos juntos. Podríamos actualizarnos a las nuevas tendencias decir que este fin de semana fue el “Classic Day”.

Como si en este país no faltaran urgencias e inmediateces se juntaron todos los partidos que como dijimos antes son disparadores de un montón de cosas más allá de un simple resultado. Fue un fin de semana cargado de emociones, de partidos jugados con dientes apretados y fútbol con deseos de triunfo tanto de los protagonistas principales como de aquellos que llevan el corazón con los colores que desde que nacieron se le pintaron a fuego dentro de él. Podría realizar muchos análisis acerca de lo que sucedió en cada partido pero en este caso los clásicos son los únicos partidos donde todas las corrientes futbolísticas coinciden. Donde el resultado opaca todo lo demás y se escucha decir a los hinchas que le gustaría ganar el clásico con un penal mal cobrado sobre la hora después de que no hayan pasado la mitad de la cancha en todo el partido o como Argentina le gano a Brasil en Italia 90.

No importa el paladar solo importa en estos partidos ganar, porque al otro día  las oficinas, las escuelas y todos los ámbitos de la sociedad serán el blanco de las cargadas de los eternos rivales, esas mismas que nadie quiere recibir, pero que si disfruta hacer. Los clásicos, benditos aquellos que hoy disfrutan de la victoria y pobres los otros que con la cabeza gacha aceptan la derrota gritando en las malas mucho más. Y como en las películas que tienen segundas partes la revancha llegará y tal vez los que hoy festejan mañana les toque la adversidad para seguir engrosando el historial.

Y padres e hijos, abuelos y nietos, grupos de amigos seguirán escribiendo en nuestra cultura y tradición uno de los momentos más emblemáticos que tiene este deporte ese de calzarse un gorro y enarbolar una bandera mientras camina hacia el estadio o se sienta en el sillón de su casa para alentar al club de sus amores enfrentando a su clásico rival.

* Ex arquero profesional. Actual director técnico.

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