Me verás caer

Julián Pasternak
¿Qué pasa en esta ciudad? ¿De dónde surge esa energía oscura que fluye en las calles y aplasta los cuerpos en una danza lenta, retorcida, siempre en espiral descendente? Todo lo que se mueve detiene su impulso; todo lo que florece marchita temprano; todo lo que nace indócil golpea hasta cansarse contra la jaula quieta, invisible, de la apuesta colectiva por lo estéril. Si, hay rincones. Pero la energía no es represión ni es ladrillo, no tiene la simple contundencia del garrote, esa fórmula tan sencilla para identificar al enemigo: la energía se mete por la ventana, por debajo de la puerta, por el ojo de la cerradura. “Te impedirán experimentar en tu propio rincón”, como dice el filósofo. Contra la ley de la existencia que dice que nada es idéntico a sí mismo se levanta esta ciudad. Contra la ley de la física que dice que todo se transforma se levanta la dirigencia de esta ciudad. Contra la ley de la gravedad que dice que la atracción hacia abajo es proporcional a la masa de los cuerpos se levantan aquí las instituciones, las palabras, la mirada del caballo doméstico, los carteles invisibles que anuncian el final de una búsqueda que no ha comenzado. Las pasiones menos grises por lo menos permiten el odio, la lucha, el puño abierto. Pero el odio también está vetado: cualquiera sabe que una sensación tan radical es contracara del fuego. No ha lugar para el fuego. Es curioso, me digo, al llegar a mi casa, que en esta ciudad nadie tenga muy presente que al final solo espera la muerte. ¿Muy oscuro? ¿Muy pesimista? Hölderlin: “Allí donde nace el peligro, nace también la salvación”.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)