Tengo unas changas para vos

Edición
801

Charles Parker

La idea fue de mi mujer. A mí me pareció exagerado, pero no es fácil discutir con una negra con plata, aunque la plata sea mía. «¿A vos te parece?», le dije. Ella me miró, y no me contestó. No había nada que hablar. Ahora que ya nos hicimos famosos, después que salimos a doble página en el suplemento Billetera de la revista Grasas y Caretas, después que los medios del país publicaron la noticia entre sus páginas principales, creo que me falló el sentido de la ironía. Me sentí despojado de esa inteligencia aguda que caracteriza a los periodistas de este pasquín. Me sentí como un auténtico boludo.

Todo comenzó el viernes pasado, en medio de uno de los momentos más tensos del conflicto con el campo. Mi chofer me esperaba en la puerta, con el tractor en marcha, para ir a figurar al túnel con el compañero Bushti. Me metí apurado en el baño para maquillarme la negritud, y resbalé con un charco. Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, y pude notar que la gotera del bidet, que acompaña mis mejores recuerdos desde la infancia, se había convertido en un afluente imparable. En ese momento me iluminé: cancelé mi partida, y me puse a llamar a los gritos a mi mujer, que todavía estaba en la cama. «Clarisaaa. Clarisaaa. Vení para acá, mi vida, ayudame, tengo algo importante para decirte». A la media hora apareció Clarisa en la puerta del baño. Tenía la cara deforme por el sueño. «¿Qué te pasa, inútil?». «Traeme la masilla, corazón, que voy a reparar el caño del bidet», le dije, saboreando la virilidad de mi afirmación. Ella, todavía dormida, me miró con una mueca de desagrado, y me dijo: «¿Por qué no llamás a una conferencia de prensa, tarado, y de paso le contás a todo el mundo sobre esta reparación histórica?». Es cierto que el bidet gotea hace 30 años, pero yo no había caído en la cuenta de la trascendencia de mis actos. «¿A vos te parece?», le dije.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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