Contratapa

Cosa de necros

Edición
837

Julián Pasternak

“Oh, sí, tú sabes, primero pensé que era una broma macabrou. Corrí hacia el estudiou para decirle: ‘Eso no ha sido bueno, Christine, no ha sido un chiste bueno’. Pero al llegar vi que su cuerpo no se movía, y la sangre, oh, tú sabes, brotaba de su boca y su naricitou como si fuera una gran torrente, fue realmente horrible”. Primer plano a los ojos de Mike Simmons, que lloriquea un poco para la cámara, no tanto por la discusión que tuvieron hace 30 años, sino por todo lo que se perdió de explotar a ese ejemplar magnífico, ese diamante bruto que resultó ser finalmente Christine.

Ah, Christine Chubbuk, amigos, ella fue la primera: la síntesis hecha carne, la profetisa virgen de los medios argenchinos. Era fea como Chávez, Cris, hay que decir las cosas como son, pero tenía un corazón enorme: en sus ratos libres hacía shows con marionetas para los chicos con problemas mentales del hospital Sarasota Memorial. El 15 de julio de 1974, Christine metió una 38 en la bolsa de sus marionetas y se fue a presentar su programa en el canal 40, como todas las mañanas. Primero leyó una noticia sobre un tiroteo en un restorán local el día anterior y pidió imágenes de apoyo. La cinta estaba trabada. Después miró para abajo, sonrió, y anunció su primera exclusiva: “De acuerdo a la política del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto de ver otra primicia: un intento de suicidio”. Christine sacó la mano derecha con la pistola de abajo del escritorio, se la apuntó detrás de la oreja, y ¡bum! En vivo y en directo, sin trampas, la cabeza de Cris se sacudió violentamente.

(La nota completa se publica en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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