Las pasiones de Agustín José Tosco

Guillermo Alberto Alfieri
Cuentan que transitó la infancia entre potreros futboleros, juego con bolitas, el reparto de leche a domicilio y el trabajo en la quinta familiar. A Tino no le gustaba el trato paterno imperativo que cambió para ser alumno interno en la Escuela de Artes y Oficios “Presidente Roca”, en Córdoba capital, a los 14 años de vida. La disciplina estricta la compensó con la presidencia del centro de estudiantes y con la biblioteca en la que descubrió las obras de José Ingenieros para convertirse en un lector empedernido.
Tino creció para ser Agustín, “Gringo” para sus amigos. Un camionero radical devenido en peronista lo eligió como ayudante y autor de pregones para ofertar mercadería. En la Empresa Provincial de Energía halló el empleo fijo y el escenario desde el que se proyectó como gremialista de culto más allá de las fronteras del país, con su pasión por la justicia integral. Pronto fue delegado, mientras estudió de noche para recibirse de electrotécnico. Sin dejar de cumplir horario de trabajo ascendió a ser miembro del consejo directivo del Sindicato de Luz y Fuerza y enseguida de la Federación, a los 23 años de edad.
Los golpistas de 1955 lo inhabilitaron. Reveló tiempo después: “Junto a John William Cooke intentamos algunas formas de defensa concreta de las conquistas obreras, aunque no tuvimos éxito. La derrota estaba decidida de antemano”.
La militancia de Tosco perturbó al poder y sus beneficiarios. Por eso las cárceles padecidas.
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