Diez preguntas: Graciela Lannuzzo

“Hay que estimular la lectura en los chicos”

Edición
904

Soledad Comisso

-¿Quién le inculcó el amor por la lectura?
-Mi papá era inmigrante italiano que vino cuando tenía 12 o 13 y empezó a trabajar en la peluquería de su hermano, quien le inculcó la lectura porque él era un ávido lector. Luego mi padre me enseñó eso a mí. Desde muy chica leía todo lo que se me cruzaba en las manos. Además, por mis abuelos maternos, que vinieron de Grecia, me leían cuentos de mitología que para mí eran apasionantes. Así que crecí con el gusto por la lectura y los relatos mitológicos, por eso lo primero que empecé a leer fueron las obras adaptadas en la famosa colección de Billiken de la poesía de Homero.

-¿Es verdad que rindió libre en la primaria y que terminó la escuela a los 10 años?
-Sí, pasé por varias escuelas porque justamente rendí dos años libres. En ese momento estaba aburrida en mi casa y yo quería leer, entonces empecé primer grado a los 5 años y después rendí sexto libre. Terminé la primaria de 10 años y no podía entrar al secundario por la edad, entonces me enviaron a una escuela privada un tiempo y luego ingresé al Liceo de Señoritas y terminé como bachiller.

-¿Cuándo descubrió su vocación docente?
-Siempre supe que iba a ser docente, mi vocación siempre fue muy profunda desde la más tierna infancia, lo mismo que la escritura. Me recibí de profesora de Castellano, Literatura y Latín y comencé mi carrera docente dando las cátedras de Griego y Latín, que son materias anuales obligatorias en el Profesorado de Lengua y Literatura. También mi especialidad me llevó a investigar la lengua española y di clases de Lengua Castellana y del Taller de expresión oral y escrita. Tengo una trayectoria de 40 años de docencia. Luego, cuando empecé a trabajar en la Editorial tuve que dejar algunas horas, pero me quedé con 12 horas de Griego y Latín en la UADER.

-¿Se dedica a escribir habitualmente?
-Escribo desde muy chica, empecé con poesía y seguí con cuentos para niños. Además, tuve algunos premios importantes en encuentros infantiles y algunos publicados en el boletín del CGE que se editaba en esos años. Me gusta mucho a escribir relatos breves, y me he dedicado últimamente a artículos lingüísticos históricos y citológicos. Una parte de esos textos están en mi primer libro, Calidoscopio.

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