Amanda de Belén

Daniel Enz
¿Quién no recuerda esa sonrisa permanente, llena de fe y esperanza -más allá del dolor y la impotencia- empujando a hijos y nietos; a familiares y a amigos, a no abandonar jamás la lucha y pelear hasta el final por verdad y justicia?
Amanda Mayor fue una bandera en esa búsqueda por dejar al descubierto a los hacedores y ejecutores de la Masacre de Margarita Belén. Un ejemplo de vida que, ese lunes por la tarde, estuvo más presente que nunca en cada uno de los que colaboraron con su pequeño granito de arena, para llegar a esa lectura final, después de más de 35 años y reivindicar la memoria militante de cada uno de los desaparecidos y asesinados. Muchos extrañaron su abrazo esa tarde; su mirada escondida detrás de esos anteojos negros; sus manos tratando de secar tantas lágrimas, tanto llanto contenido. Pero su alma, su corazón, estaba en el aire; en los rincones de la sala; en ese silencio y en esa euforia final.
Amanda fue Fernando Piérola, ese joven que parió, que lloró y que tanto la enorgulleció, a medida que fue reconstruyendo sus últimos días, sus últimas horas. Pero fue también cada uno de los 30 mil desaparecidos.
La lucha no fue en vano.
Ahora sí, Amanda: descansa en paz.