Nunca es el momento

Por Oscar Londero
Igual de relevantes resultan otras dos cosas relacionadas con esas denuncias sobre eventuales presiones a la prensa y maniobras autoritarias para coartar la libertad de expresión. Primero, que sean mediáticas –contradiciendo esa idea del silencio al que está condenada una parte de la oposición- y después, que provengan de funcionarios que en otro momento supieron ejercer el poder formal.
Planteado en esos términos pareciera que los llamados a los medios para expresar malestar o sugerir que no se publiquen y/o difundan determinadas informaciones comenzaron con esta década. Como si hasta entonces hubiéramos estado rodeados de santos.
Sin embargo, esa práctica nefasta y contraria a lo que debe entenderse por el genuino ejercicio de la libertad de prensa tiene unos cuantos años de historia. No se trata de algo original: dos décadas de ejercicio como periodista han servido, entre otras cosas, para conocer de cerca algunos ejemplos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)