Paraná, más cerca del cielo

Cuando el sol comienza a despedirse hasta dentro de unas horas, Paraná suele multiplicarse. Por un lado se puede observar a la ciudad en su conjunto presentando numerosas construcciones, pero sin abandonar jamás el característico verde que es testigo de su pacto con la naturaleza. Los mismos elementos en idéntica composición se desdoblan cuando se topan con el río, que pareciera absorberlos. Da la sensación de encontrar dos ciudades: una sobria y sin misterios; la otra arrugada, extraña, y que aparece y desaparece según el momento del día y la perspectiva desde la cual se la observe. Se produce una simbiosis entre las aguas que tantos versos y acordes inspiraron y la ciudad que se deja abrazar por ella.
Una mirada más atenta, cuando contempla a la capital entrerriana en su conjunto, puede analizar otro fenómeno: Paraná está más cerca del cielo. Está creciendo hacia arriba, lo cual también tiene su réplica en el río. Las barrancas actúan de intermediarias.
Quienes caminan diariamente por la ciudad son testigos privilegiados de una situación que se viene dando en los últimos años con mucha intensidad: las grandes construcciones en altura proliferan y se multiplican, casi sin descanso. El fenómeno está cambiando la fisonomía urbana de Paraná, sin prisa pero con persistencia.
Los Precursores
El proceso, que actualmente se manifiesta con mayor ímpetu, comenzó hace aproximadamente medio siglo por iniciativa del sector público, pero rápidamente se extendió y contagió al sector privado. A fines de la década de 1950 y comienzos de la siguiente, la ciudad vio nacer una serie de edificios que ya se estaban proyectando hacía algún tiempo. Entre ellos se encontraban el del Instituto Autárquico del Seguro, el Instituto Neuro Psiquiátrico, el Palacio de Justicia, la Caja de Asistencia Social, el Museo Histórico de Entre Ríos Martiniano Leguizamón, el Palacio de la Educación y el Hospital Psiquiátrico Dr. Antonio L. Roballos. Este crecimiento en infraestructura tuvo, por aquel entonces, su manifestación más importante en la construcción del túnel subfluvial, iniciada en 1962 y concluida a fines de esa década.
La historiadora Ofelia Sors describe que en este intenso período la capital entrerriana comenzó a “transformar su fisonomía de apacible ciudad provinciana, incorporando a su quehacer diario una nueva dinámica y tratando de alcanzar otros niveles de desarrollo”, por lo cual “en materia de edificios públicos se acrecienta su construcción”. En las siguientes tres décadas, Paraná transformará su aspecto edilicio, “actualizando la estructura arquitectónica”.
Debido al problema habitacional y a la necesidad de aprovechamiento integral del espacio, el crecimiento vertical se hizo cada vez más evidente. A fines de 1950 comenzaron a construirse los primeros edificios en torre. El primero de ellos lo constituyeron los dos monobloques de ocho pisos que se encuentran en calle Yrigoyen, entre Carbó y Gualeguaychú, construido por la Institución Autárquica Provincial de Planeamiento y Vivienda (IAPV).
En esos años le siguieron el Hotel Gran Paraná -ubicado frente a la Plaza 1º de Mayo-, el edificio del Seguro y el del matutino local El Diario, que cuenta con catorce pisos sobre calle Urquiza entre Buenos Aires y Santa Fe. A partir de entonces “la fisonomía de Paraná se transforma fundamentalmente. Ni por asomo es ya la ciudad que se mantuvo durante largos años. A la par de su proyección vertical y su expansión urbana con sus nuevos barrios satélites, la densidad poblacional y las corrientes turísticas le hace adquirir un impulso vital completamente distinto del que tenía en años anteriores”, sostiene quien fue una de las principales historiadoras de la ciudad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)