Días de encrucijada

D. E.
“El ojo en la paja ajena”. Ese pareció ser el lema. Monseñor Estanislao Karlic estaba con la guardia algo baja por lo sucedido en el Seminario Menor con su apañado cura Justo José Ilarraz, pero no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer. Y cuando lo llamó José María Arancibia desde Mendoza para pedirle un favor, encontró el momento propicio para hallar la salida a su difícil situación. Arancibia había sido promovido arzobispo coadjutor de Mendoza el 13 de febrero de 1993 y tomó posesión canónica de la diócesis el 28 de mayo de ese mismo año. Era 1994 y el impacto interno que iba a provocar que en su propia residencia en el Parque Urquiza, se investiguen los abusos del arzobispo de Santa Fe, Gabriel Storni, era un síntoma de fortaleza. De hecho, siempre se destacó la actitud de Karlic, de permitir la comparencia de víctimas de Storni a su propia casa. Claro, recién ahora se pudo saber que Karlic tenía sus propias víctimas, pero era mejor esconderlas bajo la alfombra.
“Es un pedido de la Santa Sede”, le dijo Arancibia en el teléfono. Karlic no se animó a contarle lo que sucedía con el cura Ilarraz. Recién se lo dijo –según algunos allegados al ahora cardenal paranaense- semanas después de la llegada del prelado de Mendoza, a tomar las testimoniales a los abusados por Storni.
Arancibia, acompañado de otros dos sacerdotes que llegaron especialmente, pudo recopilar los testimonios de 47 personas -seminaristas, sacerdotes y laicos- que denunciaron “los aberrantes abusos sexuales” cometidos por Storni y envió un voluminoso expediente al Vaticano, a la Congregación para los Obispos, encargada de controlar a los prelados. Hay quienes sostienen que el único obispo que leyó el informe, para conocer su opinión y hacer algunas correcciones, fue Karlic, quien por esos días era vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina y ya era un hombre de poder dentro de la Iglesia.
Monseñor Arancibia no salía de su asombro cuando Karlic le contó lo que había ocurrido en el Seminario, en una reunión reservada, una noche, después de una prolongada jornada de trabajo con los abusados de Santa Fe. Karlic quería conocer su opinión, porque lo respetaba.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 8 de Noviembre de 2012)