Las desopilantes declaraciones de un ex gobernador de Entre Ríos

Mario Moine o cómo veinte años no enseñan nada

Edición
983

Antonio Tardelli

Las declaraciones que el ex gobernador de Entre Ríos, Mario Moine, formuló a la revista X-Más, que dirige el periodista Martín Oleinizak, expresan la incapacidad de la clase dirigente –entendiendo por clase dirigente no sólo a los representantes políticos sino también a los referentes empresarios– para interpretar la realidad desde una perspectiva amplia, abarcadora, que contemple no sólo la autorreferencia sino también los procesos sociales de los cuales es partícipe.

Las afirmaciones del ex primer mandatario pueden ser repasadas con cierta desazón: un pensamiento tan precario, avalado por una estructura partidaria siempre dispuesta a todo servicio, ocupó el primer lugar institucional de una provincia que a lo largo de su historia acumuló figuras de una dimensión definitivamente incomparable.

Los elogios o las condenas de Moine, con un pragmatismo atroz, revelan también la imposibilidad de conectar las historias personales con los procesos políticos en las que están insertas. La política, por lo demás, sin dimensión colectiva, se reduce a un mero ejercicio de vanidad personal.

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Un Moine íntimo, jugoso en sus expresiones, alardea de haber comprendido el sentido de la vida. Se imagina dolido ante el supuesto de que la muerte lo sorprenda estresado por la labor del día anterior. Es complicado imaginar cómo le puede a uno doler algo después de muerto, pero no es el punto. Lo importante es que el hombre que muestra tal desarrollo personal sea a la vez incapaz de capitalizar algo de su controvertido paso por la función pública.

En efecto, Moine no tiene mejor idea que andar reclamando monumentos.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 11 de abril de 2013)

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