Las apuestas que nadie quiere ver

D.E.
Hay quienes sostienen que si ese extraño asalto de la madrugada del 28 de junio no hubiera ocurrido, nada hubiese salido a la luz. Ese día, cerca de las 5 de la mañana, una mujer iba tranquila hacia su trabajo cuando se encontró con los sonidos de una persona que quería llamar la atención desde la ventana de una casa de Lucas González, ubicada en la intersección de San Martín e Hipólito Irigoyen. Cuando observó con atención se dio cuenta que esa persona tenía la boca tapada con una cinta y por ende acudió a socorrerla.
--Por favor, llame a la Policía urgente porque me acaban de asaltar y golpear –le dijo.
La mujer entraba a su trabajo a las 6 de la mañana, pero igual se tomó unos minutos para ayudarlo y llamar a la dependencia policial. A los pocos minutos llegaron los uniformados, algunos de los cuales lo conocían, en especial por su rol de operador de carreras cuadreras en la zona. “Me robaron 500 lucas verdes, más otros montos en pesos y me cagaron a patadas”, le confesó Guillermo Luciano Rubén Labarba al primer policía que vio, quien quedó como sorprendido por la cifra indicada. Poco después la víctima negaría esa apreciación, que surgiera espontánea y con bronca en esos primeros minutos de la mañana.
Labarba contó que había llegado cerca de la 1,30 a su domicilio, en su automóvil Toyota Corolla y lo dejó estacionado frente al garaje de la vivienda. Bajó del coche, desactivó la alarma de su casa e ingresó el automóvil. Cuando descendió y cerró la puerta del auto se encontró que un individuo lo apuntaba con un arma 9 milímetros, a quien no podía reconocer porque estaba cubierto con un gorro y una bufanda. Se le veía solamente la nariz y los ojos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 25 de julio de 2013)