Un reacomodamiento muy peronista

Antonio Tardelli
Hablaron las urnas pero nada está dicho. O al menos nada está dicho de modo definitivo.
El gobierno ha sufrido un golpe considerable. Si se podía prever su derrota en varios de los distritos importantes, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, por ejemplo, la caída que sufrió en la provincia de Buenos Aires, hasta el fin de semana apenas una hipótesis, convirtió para el oficialismo la jornada electoral en un desastre político apenas amortiguado por la evidente realidad de que sigue siendo la fuerza más numerosa del país.
Para el kirchnerismo es un tremendo tropezón. Pero de ningún modo su final.
Es volátil la política argentina, la que parió el resultado del fin de semana. Todo es provisorio. Cambios imprevistos suelen modificar las realidades y ciertas regularidades históricas encuentran cada tanto situaciones que las desmienten.
La originalidad es, sí, una constante.
Ejemplo: sufrir un revés en una elección legislativa de medio término es poco menos que anoticiarse del castigo que se padecerá dos años después. Para Alfonsín, 1987 fue el anticipo de 1989; para Menem, 1997, el de 1999.
Pero no fue así para la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner: perdió en 2009 y sin embargo fue reelecta en 2011.
(Más información en la edición impresa de ANALISIS del 15 de agosto de 2013)