Si el periodista hizo fama de loro, escuchemos al loro

Edición
1079

Daniel Tirso Fiorotto
Especial para ANÁLISIS

Nuestros pueblos paranaseros amasan la arcilla para sus obras con tiestos de otras vasijas. Así les dan resistencia y elasticidad, y además encadenan épocas, geografías, historias. Entre los alfareros orilleros, el pasado es un presente vivo, continuo, sin fronteras.
Los periodistas nos hicimos fama de repetir como loros ideas, prejuicios, modas, con apenas tiempo para el resplandor de los milenios sobre asuntos del día, y en parte porque vivimos explotados.

Producir y producir para llegar a fin de mes, y cuando no hay sustancia repetir como loros. Con una variante: el corte y pegue que facilita la tecnología moderna.

Si vamos a las fuentes veremos que en estos pagos el loro ha sido un símbolo misterioso desde los tiempos de Jesús y antes. Imagen de honda y ancha permanencia acá, en la humanidad del Abyayala (América). Entonces el loro de arcilla y tiestos, modelado o en líneas incisas, evoca la resistencia, la elasticidad y el vuelo, frente a los embates rígidos de una época y un oficio que parecen marcados por lo efímero, lo descartable y el serpenteo.

Por la verdad

Un ejemplo de lo deleznable se ve en el quiosco, donde hoy ya no está el diario de ayer.
Con aquella intención de resistir apuros y descartes, analizaremos aquí aspectos del periodismo entrerriano (parecido al de otras geografías), para ver si padecemos un síndrome y si tiene cura.

La mayoría de los periodistas nos desenvolvemos tirados por tres demandantes de carne y hueso: patrón, auspiciante, consumidor. Pero nuestro oficio debe responder a uno superior inasible que llamamos verdad.

En la religión de los posmodernos la verdad se construye, con lo cual queda a merced del marketing, el dinero, la astucia o la propaganda del más barullento o el más poderoso. Sin embargo, por encima del poder, las guerras y nuestros estados de ánimo, sabemos de lucecitas que alumbran para trazar caminos, y al alcance del más humilde.

No todo depende, entonces, de voluntad y gritos, y estamos hablando de los fenómenos, porque en otras honduras nada depende de nosotros salvo para los contentos en esa soberbia de especie que nos hace a imagen y semejanza…

(Más información en la edición gráfica número 1079 de la revista ANALISIS del jueves 7 de junio de 2018)

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