Las infrecuentes derrotas que acumula el justicialismo gobernante

Un peronismo que pierde en Presidente Perón

Edición
1144

Antonio Tardelli

El gobierno nacional –mejor dicho, la fuerza política que lo controla– sufrió el domingo un serio revés en Chaco. Es significativo que a poco más de un mes de los comicios presidenciales el oficialismo sume una nueva derrota que, acumulándose con las experimentadas en otros distritos, abren un serio interrogante sobre su capacidad de retener la administración nacional. La noticia, incluso, podría ser así presentada: “El peronismo perdió en Presidente Perón”.

O, con mayor rigor, podría afirmarse que el peronismo fue doblegado en la provincia que alguna vez se llamó Presidente Perón. Efectivamente, a lo largo de cuatro años, entre 1951 y 1955, o sea durante el gobierno del presidente Juan Domingo Perón y recién convertida en provincia autónoma, Chaco decidió llamarse Presidente Perón. Por entonces, cuando alguien viajaba a Chaco, debía decir: “Voy para el lado de Presidente Perón”.

Por esa misma época, y también hasta 1955, momento en que la denominada Revolución Libertadora desalojó al justicialismo del poder, La Pampase autobautizó con un nombre agradable para el régimen: decidió llamarse Eva Perón. Ambas provincias (como otras más adelante) adquirieron su flamante estatus mediante una ley del Parlamento que dejaba atrás su anterior condición de territorio nacional: hasta ese momento carecieron de autonomía y dependieron directamente del poder central.

Suele omitirse ese curioso episodio de la historia nacional. Por lo general no se repara en aquella arbitraria manera de ejercer el relevante poder de nombrar. En lo que sin dudas constituyó una aberración para los parámetros típicos de una república, la Argentina denominó dos provincias con los nombres de las máximas figuras del régimen. Ambospersonajes vivían en el momento del bautismo. Gobernaban el país. Si Perón viajaba a Chaco, anunciaba: “Me voy a Presidente Perón”. Si Eva Perón decidía trasladarse a La Pampa, debía decir: “Voy hacia Eva Perón”.

Por fortuna (o por la razón que fuere), los tiempos han cambiado. No puede pensarse que hoy, imitando el ejemplo de esas figuras que buena parte del país considera ejemplares, el presidente Alberto Fernández vaya a designar con su nombre un pedazo de territorio, o con el de Cristina Fernández algún otro rincón de la patria. O que, si accedieran a la Presidencia de la Nación, Patricia Bullrich o Javier Milei intenten cosa parecida. Pese a las apariencias, la política nacional es ahora mucho más sensata que hace setenta años.

(Más información en la edición 1144 de la revista ANALISIS del jueves 21 de septiembre de 2023)

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