A un año de una masacre a la que sigue otra masacre

Antisionismo, antijudaísmo, antisemitismo: algunas reflexiones

Edición
1155

Nada ocurre en el vacío. No hay sucesos sociales incausados, no hay hechos que ocurran porque sí. Tampoco hay (en general) una sola causa que explique los hechos. Por lo general, sucesos y procesos se producen por variadas causas, y a veces esas causas son a su vez producto de múltiples sucesos y procesos previos que se encadenan. Por eso resulta tan banal tratar lo que ocurre hoy en Israel-Palestina y en toda la región del Medio Oriente, como “una guerra que desató Hamás” hace un año exacto.

Por Américo Schvartzman

               

La imagen se congela en el 7 de octubre de 2023. El horror desatado por el ataque de Hamás a poblaciones israelíes vecinas a la franja de Gaza convoca a un miedo primario, ancestral, que entre las personas judías remite a los pogromde la Rusia zarista (una de las más fuertes razones por las que emigraron hacia nuestra región, de la mano de la Jewish Colonization Association del barón Hirsch). Según los cálculos más recientes, fueron 1.139 las víctimas mortales del brutal raid terrorista de Hamás, entre las cuales se cuentan casi 700 civiles israelíes, unas 70 personas árabes, otras 70 extranjeras, 373 miembros de Fuerzas de Seguridad, y 36 niños. Un salvajismo injustificable, que debe ser repudiado y condenado sin vueltas.

Ese 7 de octubre, informan la mayoría de los medios, “empezó la guerra entre Israel y Hamás”. Pero ¿por qué congelar la imagen ahí? ¿Qué se ve si se mira hacia atrás, por ejemplo, hacia el origen de estos sucesos? Y ¿qué se ve si se sigue mirando?

Antes, la Nakba

Gideon Levy es un periodista israelí de valentía inusitada. Tiene 72 años, casi la edad del Estado de Israel, y una trayectoria en la que brilla su actuación como colaborador y portavoz de Shimon Peres, una de las figuras más relevantes de la política del siglo pasado en ese país y en el mundo.

Levy escribe en Haaretz desde hace décadas, y en ese diario (una de las pocas voces de izquierda que siguen activas en aquel país) denuncia desde hace mucho la política de ocupación israelí de los territorios palestinos. Critica lo que llama “ceguera moral” de aquella sociedad, que no parece consciente de los efectos de sus actos de guerra y de la ocupación de tierra palestina, a la que llamó “la empresa más criminal de la historia de Israel”. En 2007 (¡hace 17 años!) escribió que la difícil situación de la gente en la Franja de Gaza le hizo “avergonzarse de ser israelí”.

Nada es gratis, claro. Su línea de análisis y ejercicio del periodismo le ha valido que muchos de sus compatriotas lo consideren (oficialmente) un traidor. No exagero: la Knéset, el parlamento de Israel, así lo ha declarado. Además, recibe constantemente amenazas que han llevado a que tenga custodia permanente.

Levy escribe columnas tremendas. Inmediatamente después de conocida la espantosa incursión criminal de Hamás, el título de su nota en Haaretz fue “Israel no puede encarcelar a dos millones de personas en Gaza sin pagar un cruel precio”. Y en ella publicó, entre otros conceptos, estas palabras durísimas:

“Detrás de todo esto está nuestra arrogancia. Pensamos que tenemos permiso para hacer cualquier cosa y suponer que nunca pagaremos, ni seremos castigados. Y pensamos que seguiremos y nada nos interrumpirá. Arrestaremos, mataremos, abusaremos, despojaremos, protegeremos a los colonos y sus pogromos, dispararemos a inocentes, los expulsaremos, expropiaremos, robaremos, los secuestraremos de sus camas, los someteremos a limpieza étnica y, por supuesto, continuaremos con el increíble asedio a Gaza. Y supondremos que todo seguirá como si nada”.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1155, del día 17 de octubre de 2024)

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