“Creo en el arte anónimo”

Florencia Penna
Nacido en Buenos Aires, a los 8 años se fue a vivir a Posadas hasta que a los 22 decidió estudiar en Santa Fe. Hace 15 años que reside en Paraná y muchos lo conocen por su trabajo ligado al periodismo cultural, en diario Uno y en Radio Del Plata, en el programa A quien corresponda. Ahora, Horacio Lapunzina acaba de presentar en sociedad su primer disco, Espejos y viajes, junto a numerosos artistas que compartieron y apoyaron su proyecto. En diálogo con ANALISIS contó qué ideas lo gestaron, su formación personal, las influencias y por qué se considera un “artesano de la música” que “recién se asoma al oficio”.
El Centro Cultural La Hendija fue el lugar elegido para la presentación de Espejos y viajes, donde confluyeron las canciones que componen este primer disco de Horacio Lapunzina y algunos poemas del autor, que él consideró íntimamente ligados al clima que ellas generan. Las imágenes de Silvina Petelín, relacionadas con esas melodías, y la puesta de luces de Valeria Martínez envolvieron la escena de la que fueron participando Cacho Bernal, Carlos Negro Aguirre, Gerardo Boggino, Silvia Salomone, Horacio Ochoa, Agostina Bertozzi, María Silva, Fernando Silva, Alfredo Arce, Tito Caramagna, Stella Sánchez y Matías Lapunzina. Básicamente, amigos y afectos.
-¿Cómo fue el proceso que resultó en este disco?
-Del 90 al 2000, en forma discontinua, surgieron muchas canciones que terminaron forjándolo. En el medio, hubo un montón de experiencias distintas a nivel musical. Me desempeñé incluso como pianista y no era material compositivo el que hacía. Estuve con Los Príncipes por ejemplo, en los bailes. De esos 10 años de composiciones hubo una decantación que dejó nueve canciones mías y tres ajenas. Y a partir de la propuesta de Tráfico de Arte para producir a gente de aquí, en el 2002 nos propusimos editarlo. Yo tenía todo listo, las canciones estaban escritas, arregladas y habían sonado, lo único que faltaba era reunir a la gente e invitarla a grabar. Fueron unos meses de toma en el 2003, y después la mezcla y masterización que llevaron todo el 2004.
-¿Por qué Espejos y viajes?
-En el disco hay una serie de cuestiones ligadas a los destierros y a los tiempos. Y no es casual, Entre Ríos es la cuarta provincia en la que vivo. Además, están todos los viajes que hice por varios lados, que marcaron mi vida. Siempre me han estimulado, sobre todo a la creación. Las terminales y los colectivos son muy inspiradores para escribir, observar, componer. Hay toda una cuestión en el movimiento. En cuanto a lo de espejos, se relaciona con la autorreferencia. Yo quisiera ver en algún momento si pudiera trabajar en una canción menos autorreferencial, por más que, de alguna manera, siempre se termina siéndolo. Y como objeto es sumamente interesante, no sé si hay alguno más raro y mágico, porque es y no es la realidad. En este sentido, me parece que el arte es y no es la realidad. Es lo que puedo explicar... de todas maneras me gusta como suena.
-¿De qué tratan tus canciones?
-Los nueve temas tienen un viraje muy ecléctico, característica de estos 10 años de búsqueda y tránsito. Al venir de lugares tan diferentes desde lo musical, y siendo una persona tan urbana, es lógico que haya una mezcolanza de lenguajes. Desde las primeras etapas rockeras pasando por el folclore y lo latinoamericano. Bermejo es un aire del litoral con letra de Livia Vives, una poeta de Paraná que vive en Rosario. Madre zamba es una pieza para Kivi Barbiero. Rubor de sol es una bosanova para mi amiga Paola que estaba viviendo en Bahía en ese momento y me escribió una carta sobre su embarazo... Así surgió. Pero yo escucho mucha música de Brasil, la siento como una patria. Es raro, los misioneros tienen mucha vinculación con este país, viviendo allá se siente.
-La tierra compartida, la cercanía, el tránsito de gente...
-Sí, y se usan muchas palabras del portugués. La mayoría de la gente que veranea lo hace en Brasil, es muy difícil que un misionero conozca una playa argentina. Yo coincido, pero también hay una cuestión de afinidad estética, pues encuentro en la música y en la poesía brasileñas una sensualidad que la música argentina no tiene, o que empieza a tener ahora en algunos casos. Para mí Silvia Iriondo es una cantante de folclore que tiene una forma de abordaje muy parecida a los brasileños, en cuanto a la sutilizas, a la sensualidad, no está esa prepotencia, ese grito.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)