Reflexiones de cierre

George Bush: ¿Mesías o Anticristo?

Edición
681

Luis María Serroels

¡Qué dicha singular debe sentir un gobernante al escuchar mensajes directos provenientes nada menos que del mismísimo Dios, dándole órdenes divinas sobre las acciones que debe ejecutar en la Tierra! ¡Qué tranquilidad de conciencia debe experimentar al sentirse portador de instrucciones desde el propio hacedor del universo, causa y origen de todas las cosas!

Estas reflexiones no pasarían de ser resultantes de la fantasía que anida potencialmente en el cerebro humano, para lo cual, tanto como en nuestros sueños a ojos abiertos, no existe límite alguno.

Pero ocurre que esa persona depositaria de semejante confianza por parte del Creador, ¡existe, tiene identidad y muy pronto pisará suelo argentino! Según la prestigiosa BBC de Londres, en 2003 el Presidente de Estados Unidos, George Bush, confesó ante Nabil Chaath y Mamad Abas (entonces ministro de Información y Primer Ministro palestinos respectivamente) que había resuelto invadir Afganistán y luego Irak, como obediente respuesta a órdenes llegadas desde el Paraíso para terminar con el terrorismo.

Dos anuncios atesora la humanidad desde tiempos inmemoriales, ante los cuales se mezclan ansiedades y esperanzas por un lado y recelos y prevenciones por el otro. Se trata del retorno del Mesías como Hijo de Dios y Salvador pero también de la posibilidad de que arribe el Anticristo a entablar la lucha final entre el bien y el mal, que desembocarán en la redención o la condena.

¿Alguien había escuchado anteriormente alguna profecía que señale al “carnicero de Texas” como el elegido para Mesías del siglo 21? ¿No estaremos ante un fenómeno de alto nivel místico que haya convertido a Estados Unidos en una nueva Tierra Santa para la salvación del mundo?

¡Qué pena que este supuesto enviado de Dios haya interpretado los mensajes celestiales como una suerte de licencia para el genocidio y en cambio nada haya podido hacer para evitar la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York y la ciudad de Nueva Orleáns, que cobraron tantas muertes inocentes! ¡Lástima que el ser digno de cumplir los deberes encomendados por Dios no le alcance a Bush para garantizar en su propio pueblo un aceptable grado de serenidad, evitando el estado de pánico que provocan posibles represalias ante la política expansionista del jefe de la Casa Blanca!

Porque nunca prestan atención al vendedor de hot dogs de la Quinta Avenida neoyorquina cada vez que pregunta ¿“qué andarán haciendo nuestros líderes en todo el mundo para que nos repudien y nos odien tanto, para que nos respondan tan encarnizadamente”?

Los argentinos y especialmente los habitantes de Mar del Plata hemos de recibir la gran visita dentro de apenas tres semanas, para asistir a un encuentro donde el Mesías nos dará sus pautas salvadoras. Seguramente terminaremos de acceder a sus tablas de la ley con las que someten a los países, se apropian de sus recursos naturales y les obligan a aceptar normas de alineamiento político, económico y financiero, control de la natalidad y formas de vida funcionales a las necesidades y caprichos de los autoproclamados gendarmes del planeta y campeones de los derechos humanos.

Tomemos nota. Nos hablarán como al pasar de sus nuevos juguetes bélicos de última generación como mejor forma de convencimiento. Sus pruebas no se hicieron en maniobras contra blancos artificiales ni muñecos. De ello pueden dar cuenta viviendas, edificios públicos, hospitales, maternidades, escuelas, templos, puentes, rutas, oleoductos, gasoductos y usinas. Pero también seres humanos: hombres, mujeres, niños, ancianos, inermes ante quienes eligieron asesinar en nombre de la vida y destruir para volver a construir.

Este extraño Mesías es el mismo que advirtió que su país tomará el control del Amazonas para salvaguardar el agua y el oxígeno del planeta porque ese territorio está rodeado de países bárbaros que van a acabarlo. Es decir que han decidido invadir un área que contiene la mayor biodiversidad de la Tierra (este enviado divino, como se ve, no es ningún tonto).

Este Mesías, a diferencia del Hijo de Dios que predicó el amor, mostró el verdadero camino hacia la salvación, soportó con entereza tormentos, escarnios y menosprecio hasta morir crucificado, se especializa en saquear países, promover la tortura, sembrar odio y terror, apoderarse de lo ajeno convirtiéndolo en trofeo de guerra, decidir qué países pueden crecer y progresar a cambio de lealtades a toda prueba o qué pueblos deben ser escarmentados por no obedecer sus dictámenes.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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