Hay indicios de que el conflicto puede desmadrarse

Crónicas de Botnia

Edición
699

Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)

¿Se escucha en cercanías de Botnia alguna versión de amenazas extremas? Sí. ¿Esas amenazas incluyen hechos de violencia? Sí. ¿Han llegado a oído de autoridades políticas? Sí. ¿Qué tan inquietantes son? De una gravedad inaudita, y dependen de la creatividad que demuestren las autoridades de Uruguay y la Argentina para encarar las soluciones, pero como esa creatividad brilla por su ausencia, y muchos se apegan más a las encuestas que a la responsabilidad que la hora exige, entonces los antiguos y sólidos lazos de hermandad están expuestos al fuego de la discordia. La enemistad, sinónimo de derrota, ya provoca una pesadumbre insoportable.

En momentos así, el periodista no sabe si colgar la pluma para no participar del bochornoso espectáculo de amagues fratricidas que estamos por dar gracias a los planes de subdesarrollo de la dirigencia de nuestros países, a las pésimas acciones diplomáticas de ambas bandas del río Uruguay y a la tilinguería de tanto gobernante. O si cumplir un triste papel de cronista de las circunstancias, a años luz de la profundidad del conflicto. En cualquier caso, el rol se ve poco constructivo.

Parece inútil reiterar aquí y a esta hora las culpas de los gobiernos de Uruguay y la Argentina, del departamento de Río Negro y de la provincia de Entre Ríos, que impulsaron el modelo de desarrollo que coloca hoy a los gualeguaychuenses ante una disyuntiva histórica. Los gobiernos de ambas márgenes del río propusieron el mismo modelo de desarrollo, en la misma línea de las multinacionales y grupos concentrados (aquí con Wal Mart, Carrefour, Cargill, Monsanto, CMS, Soros; Crédit y otros bancos, ALL, Flecha Bus, etcétera), con la diferencia de que los capitales para pasta celulosa prefirieron el suelo oriental.

Pero es que la crisis llegó a un punto en que, si no se dilucidan las causas y se admiten responsabilidades compartidas, todo será más agudo al día siguiente, en un camino que los pueblos latinoamericanos no tienen derecho a transitar, porque ni los abuelos ni los nietos permiten a los pueblos de hoy el enfrentamiento.

Sin ideas

Pasar del dicho al hecho es una posibilidad, en el cada día más intenso conflicto argentino-uruguayo, desatado por la construcción de plantas de pasta de celulosa en Fray Bentos, 25 kilómetros al este de Gualeguaychú.

La distancia entre las visiones del asunto, que convierte al gran cañón del río Uruguay en un abismo entre los habitantes de ambas orillas, llevó a algunos pobladores a imaginar medidas inusuales que van más allá de los cortes de ruta. Sería alarmista detallarlas, pero valga decir que decisiones como esas no se pueden cumplir con un fósforo y tres petardos.

Dirigentes de primera y segunda línea desconfiaban ya (antes de la determinación de ayer) de las “soluciones” que podían aportar los presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vásquez en la postergada cumbre (previsiblemente postergada, porque en el fondo no encuentran salida), pero además se sabe que la tensión prolongada puede degenerar en reacciones impropias, y no necesariamente impulsivas, según los ánimos que subyacen en las agrupaciones de uno y otro lado del río.

Se sabe pues que la lucha no se agotará en cortes de ruta ni mucho menos. Ahora bien, producida la interrupción del tránsito en cada una de las bocas, sean terrestres o fluviales, ¿qué harán los asambleístas, qué los camioneros sin rutas, qué los trabajadores de las plantas, qué los gobiernos locales, regionales, nacionales?

Desgastar a las empresas de España y Finlandia, desgastar la relación entre el gobierno de Uruguay y esas firmas pasteras, apretar al gobierno argentino para que no negocie la instalación con monitoreo compartido, sino que rechace de plano a las industrias en esta zona, son estrategias que en algunos casos están mostrando resultados satisfactorios. Ahora, ¿cuánto se gastará, en ese desgaste, la hermandad y por cuánto tiempo? ¿Está preparado el pueblo hacia la unidad para soportar este impacto, o estamos corriendo el riesgo de terminar deshilachando y cortando el hilo de la resiliencia?

Para Eduardo Elordoy, jefe de Recursos Humanos de la firma Botnia, oriundo de Paysandú, los pobladores de Fray Bentos estiman que el conflicto “no tiene lógica, porque la queja además no viene precisamente de un país libre de plantas. El razonamiento de la gente es que cambiamos unas inversión legítima por una actitud ilegal” (los cortes de ruta), dijo, y expresó una inquietud que se repite en la calle: “Esperemos que esto no deje resaca en la comunidad”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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