Hasta las bolas de perocracia

Julián Pasternak
Cuando sea grande y me convierta en un tipo sensible, quiero ser como el periodista Tirso Fiorotto, que todavía mantiene viva su capacidad de asombro. No hay ocasión en que algún peón del gobierno provincial no salga a pegarle por alguna de sus notas. Siempre lo tratan de gorila a Tirso, aunque le buscan la vuelta para decirlo. Hace unos años se publicaron unas declaraciones en las que Bushti lo acusaba de “burgués mediático”; pésimo. Después, siempre le tiran con una máxima del tipo “el intelectual no conoce lo que es el barro”, “no entiende al pueblo que votó por este Bushti y por todos nosotros”. Gorilas, gorilas. En esta etapa triunfalista, para la perocracia son todos gorilas. Alguien dice “corruptos” o “mentirosos” y ya salen a escandalizarse: “Ay, no puedo tolerar que digan eso de mí. Te vamos a hacer juicio porque no soportamos tanta ofensa, ¿cómo vamos a mirar a nuestros hijos de frente?”. Vamos. Eso es nuevo, y forma parte de esa onda “falso zurdaje democrático” y “la revolución del comunicado y la plaqueta”, un estilo de hacerse el sota fingiendo pánico moral que se puso tan de moda con Kikirikirchner. Ahora cualquiera te corre por izquierda con traje oficial. El Dani Rossi, por ejemplo, que es más primitivo y pertenece a la primera perocracia, no podía creer que de verdad le estuviesen haciendo un juicio por enriquecimiento ilícito cuando fue condenado. “¿Este circo que es? ¿Para qué lo hacen? ¿A ustedes los mandó Busti?”, preguntaba con los gestos y con la boca durante las audiencias. No comprendía la onda de ahora, esta nueva política tan transparente.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)