In situ

Tormento

Edición
766

Charles Parker

Me levanto, llueve, hace frío, estoy descompuesto. En las últimas 72 horas comí dos choripanes fríos y un alfajor. El despertador suena a un volumen delirante desde hace una hora: lo apago cada diez minutos con el botón que hace que vuelva a sonar, lo que hace que sea más insoportable aún su alarido. No puedo creer que nadie en esta casa haya entrado a la habitación para pegarme un tiro. Me lo merezco. Deben pensar que ya estoy muerto. Bajo descalzo al baño. No hay nadie. Son las dos de la madrugada del domingo. Los demás están con sus amigos o con sus novias, en algún lugar cálido, rodeado de gente sana y amable, bien alimentada. Trato de mantener mi cuerpo estable frente al espejo del baño, pero no puedo. Todo se mueve. Me miro: soy negro y tengo dos piedras chinas en el lugar de las pupilas. Miro de nuevo, más atentamente, para ver si descubro alguna cosa. No sé que busco. Algún indicio de vidas pasadas, una convicción peronista, el eco de un instinto animal, la sombra del espíritu de lo que fui, un temblor, un infarto, una pila alcalina, un sábalo flotando en la humedad de las retinas.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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