Con la calidez del infierno

Hugo Remedi
En días apenas comenzará a rodar la nueva gestión del actual gobernador Sergio Urribarri y algunas de sus decisiones de estas horas se han convertido en señales claras en cuanto al perfil que tendrá su próximo mandato. Por lo pronto, está en condiciones de concentrar el mayor poder posible y ejercerlo al estilo K. En consecuencia, exterminar con todo lo que huela a peronismo disidente o crítico y con los posibles focos sediciosos que pudiesen, por caso, generar la estructura de empleados estatales de la provincia. A la vista, se suman asimismo los resultados de los acuerdos que el actual gobernador fue tejiendo en aquellos tiempos aciagos de enfrentamientos con el actual presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Jorge Busti, tras la magra elección del 2009.
La Legislatura de la provincia será quizás el emblema más contundente de la concentración de poder que ya acumuló el gobernador en ejercicio, y de no mediar el sentido común y el compromiso cívico, la convertirá en una mera escribanía levantamanos a gusto del Ejecutivo.
En su momento, José Allende se proclamaba ultrabustista, luego lanzó su candidatura a gobernador -que duró en la hornalla sólo un par de minutos- y finalmente terminó negociando con Urribarri su futuro mediato. Hoy, el secretario General de la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) es el elegido para suceder a Busti en Diputados. Compromiso cumplido. Urribarri le cedió la presidencia tan anhelada por Allende y éste le garantiza prudencia en los reclamos sindicales.
Conociendo a Allende, será difícil pretender que con los días tome fuerza la idea de que el legislador en funciones decida quitarse de unos de los laterales del mostrador. Sólo en este país, con eufemismos incluidos, se puede ser a la vez representante de la patronal y representante de los trabajadores.
Entre Ríos generosa. Allende, está cuarto en la sucesión gubernamental de la provincia.
Alguien puede suponer un escenario donde Allende vaya al frente de un reclamo sindical enfrentando a su propio jefe. No es serio ni mucho menos. Sin embargo, siempre habrá motivos para celebrar acuerdos o sacar ventajas de partidos que sólo tienen a un protagonista en la cancha. Todo seguirá en armonía luterana hasta que acaso a Allende se le ocurra algún tiempo más adelante probarse otro traje que le guste más que el que se pondrá en los próximos días.
Además, con ATE no se puede contar y en AGMER ganó la lista más cercana al oficialismo; más huérfanos los trabajadores, imposible. Pero mientras haya plata en los bolsillos, bienvenido a bordo; total... el resto se arregla con asistencia social, y a cerrar el pico.
En la Cámara de Senadores es peor aún. Urribarri tiene a todos los levantamanos a su favor, los 17 referentes departamentales de la provincia. Es decir, no hay minoría alguna sólo hegemonía y, encima, verticalista a ultranza.
Con este panorama, prácticamente desolador para la escasa minoría que queda y que por lo que ha hecho tampoco merece mucho más, los coprovincianos de la patria chica deberán esperar y anhelar que tanta concentración de poder no desborde los límites de la cordura y de la racionalidad institucional y agradecer de pie, entonces, las bondades del gobernador de la provincia.
Por caso, aún no se había terminado de realizar el conteo de votos y algunos dirigentes del peronismo complaciente ya comenzaban a hablar de una nueva reelección de Urribarri. Por fortuna, el propio mandatario salió a poner blanco sobre negro y con relación al tema, por lo pronto lo descartó. Es cierto, el problema no es ahora, sí lo será cuando los tiempos del ocaso achiquen el futuro y, como sucede con peligrosa habitualidad, el poder que embebe de fantasías perpetuas no convoque a la posibilidad de consolidar nuevas aventuras reeleccionistas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)