El TC dejó su sello en el autódromo Ciudad de Paraná

Una fiesta que es marca registrada

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992

Álvaro Moreyra

Las sensaciones que provoca el Turismo Carretera muchas veces no tienen explicación. Las emociones están a flor de piel y pueden manifestarse de muchas maneras, para algunos incomprensibles.

Que miles y miles de personas se congreguen alrededor de un circuito es, desde ya, enigmático. Más de uno se preguntará cómo es que pueden acomodarse en algún lugar para mirar autos girar. Y quizás la pregunta no tenga una respuesta racional, pues el TC, por lejos la categoría que más gente agolpa en cualquier circuito, va más allá de toda explicación lógica.

Amor, odio, simpatía, festejo, desazón, bronca, ira y hasta llanto se pueden observar con solamente instalarse un par de horas en las tribunas, armadas o naturales, que se levantan muy cerca de una cinta asfáltica que durante tres días siente los neumáticos calientes de verdaderos bólidos que llegan a más de 250 kilómetros por hora y pesan más de una tonelada.

Es así. El Turismo Carretera tiene el poder de congregar, de unir, de estrechar, de entablar amistad entre personas que desconocían la existencia del otro. Hasta de distintas partes del país, también de naciones limítrofes que siguen a la categoría. Y esto también es difícil de explicar.

(Más información en la revista ANALISIS en su edición del 12 de septiembre de 2013)

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