Un fallo judicial negó la responsabilidad del Estado en un caso de un policía que mató a su esposa

Lavarse las manos

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994

Juan Cruz Varela

Los diarios hablaban de otra cosa ese día de diciembre de 2008. Las tapas habían sido ganadas por los debates en una cumbre de presidentes latinoamericanos; los títulos principales contaban que el Gobierno avanzaba en el Congreso en la estatización de Aerolíneas Argentinas; y que San Lorenzo y Tigre comenzaban a disputar un histórico triangular para definir el torneo local que consagraría finalmente a Boca como campeón del fútbol argentino. El ahora “opositor” Sergio Massa era jefe de Gabinete, Hugo Moyano era aliado del Gobierno y Néstor Kirchner lidiaba con Tabaré Vázquez para que no vetara como su asunción como secretario general de Unasur. Era el fin de un año agitado en el país, con el conflicto agropecuario todavía latente.

Lejos de todo ese ajetreo, hubo un hecho que conmovió la siesta entrerriana: en la tranquila Federal, a 180 kilómetros de Paraná, un subcomisario asesinó a su pareja de un disparo en la cabeza delante de la hija de ambos y luego se suicidó. El subcomisario Sergio Fabián Rodríguez, de 37 años, se desempeñaba como oficial jefe de un puesto caminero en Federal. Su esposa, Mónica Mila, de 34, era docente en una escuela de la ciudad. Eran pareja desde hacía veinte años, tenían dos hijos, un nene de 10 años y una nena de 8, pero habían tomado la decisión de separarse.

Nunca hubo certezas sobre los motivos que desencadenaron la tragedia aquella tarde del 16 de diciembre de 2008 en la casa de calle Ameghino, lo cierto es que en un momento, estando ambos en la cocina, y en presencia de su hija, Rodríguez tomó su arma reglamentaria y le disparó en la cabeza a su esposa, para luego descerrajarse él mismo un tiro en la sien derecha. Antes había llamado por teléfono a la hermana de la mujer, también oficial de policía, para advertirle lo que iba a hacer. Cuando la mujer llegó a la casa se encontró con su sobrina al lado de ambos cuerpos.

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