El conspirador con sotana

Juan Cruz Varela
Era la noche del 23 de marzo y el cuarto comandante, el general con sotana, viajaba para el gran acto. El golpe estaba en marcha y Tortolo decidió hacer un alto, a mitad de camino entre Paraná y Buenos Aires, en la cárcel de Gualeguaychú, para anticiparles a un puñado de presos políticos lo que ocurriría unas horas después.
Eran las nueve y media de la noche cuando el guardia los sorprendió en la celda.
_Los busca monseñor Tortolo, quiere hablar con algunos de ustedes.
Cuando Aldo Bachetti y Daniel Irigoyen ingresaron al salón de visitas del penal, Tortolo los esperaba sentado, con un rosario entre manos, y con la parsimonia de siempre.
Estuvieron apenas un instante y la charla fue más bien un monólogo del purpurado.
_Vengo para advertirles que no pongan bandera de remate porque se viene un cambio institucional en el país. Los militares van a dar un golpe porque esta situación no va más. Pero esto va a ser beneficioso para ustedes: en seis meses van a salir en libertad, si es que se comprueba que son inocentes, y quédense tranquilos porque quien asume es un Flaco que es oro en polvo, a quien conozco de joven, porque estaba en mi Diócesis, en Mercedes.
El cuarto comandante
Adolfo Servando Tortolo, vicario general castrense, arzobispo de Paraná y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina fue parte de esa maquinaria terrorista que tragaba gente y escupía sus huesos. Peor aún, ayudó a gestar el monstruo.
Los militares asaltaron el poder el 24 de marzo de 1976, pero la conspiración había comenzado en septiembre de 1975, a partir de que Isabel Perón pidió licencia y fue reemplazada por Ítalo Luder. En ese momento Tortolo fue comisionado por los jefes de las fuerzas armadas para solicitarle la renuncia a la Presidenta. La viuda se negó y entonces los militares comenzaron los preparativos para dar el golpe.
(Más información en la edición gráfica número 1010 de ANALISIS del jueves 25 de septiembre de 2014)