Nora Lanfranqui, abogada penalista y personaje

“Me arrepiento de no haberme embriagado más, de no haber bailado más veces descalza sobre una mesa y de no haber tenido más amantes”

Edición
1011

Claudia Martínez

Nora Lanfranqui no es Nora. O mejor dicho no se llama así. Oculta coqueta su edad y Amelia, su primer nombre, que figura casi con descaro en su diploma de abogada. Una de las abogadas más luchadoras del foro local pasa su casi retiro cuidando a su perro y cocinando para sus hijos.

Mientras se sienta en su estudio, se coloca el repasador de cocina sobre la falda. Se siente olor a lentejas hervidas, a cocina casera. Y se la ve contenta con eso.

Un pincher enano raspa y raspa la puerta, pero ella lo ignora curiosa por la charla. “No lo dejo pasar porque muerde. Me lo pateó un tipo cuando estaba en la vereda porque pensó que lo iba a garronear”.

La idea es encarar esto como mujer, le explico. “Tengo miles de aptitudes y actitudes”, dice sin bajar el tono de voz resonante.

Ella es A. Nora Lanfranqui. “No lo puedo obviar, toda la vida me llamaron Nora. En realidad me decían negrita”.

Presta, servicial, cuando se le pregunta la edad frunce el ceño: “Tengo 73 años. Pero qué tengo que andar publicando eso”, dice fastidiada.

Tiene tres hijos y tuvo dos maridos. “Yo me casé con el padre de Patricia (53) y Boris (44). Pero me cambió por una de 15. Me dejó porque se enganchó con una chica que estaba terminando la secundaria en el Huerto. Estuve muchos años sola y después me junté con el papé de Leo (Leoncio, 35). Así, en forma temporal durante once años. Después de eso dediqué todo el tiempo y el esfuerzo en darle a ellos una seguridad”, completa mientras se desparrama enfundada en un jogging bien de entre casa. “Y él también se fue con una más joven. Si elijo una pareja joven siempre voy a tener la sombra de que vivan a costilla mía. Y si me busco un hombre mayor es demasiado trabajo. Ya crié tres hijos. Ahora ando sola, absolutamente, y no me interesa tener compañía.”

Nora habla de Boris, Patricia, y Leoncio. Es una gran luchadora, gran madraza, que tuvo los “huevos para criar sus hijos”, dicen. “Los crié sola porque él era viajante. No estaba nunca y yo -en realidad, él- se separó de mi cuando el Boris tenía un año y medio”.

(más información en la edición gráfica número 1011 de ANALISIS del jueves 9 de octubre de 2014)

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