Un contador millonario y buen inversor

En los “buenos tiempos” del urribarrismo y en particular en los dos últimos años de la reciente gestión, no pocos empresarios de la construcción se molestaban con el reclamo que Erbes le había como “aporte” para la campaña del ex gobernador. Si ello no ocurría, no les iba a resultar tan fácil cobrar las deudas del Estado. Pero, al parecer, no todo ese dinero terminaba en manos de la campaña urribarrista -llevada adelante por el cuñado Juan Pablo Aguilera; Mauro Urribarri y Nicolás Pierini- sino que había otro desvío poco claro.
Lo cierto es que en los últimos años fue notable la fastuosidad en inversiones de Erbes y su esposa Lucrecia Zuttión, fiscal del Tribunal de Cuentas de la provincia, quien, evidentemente, nunca se dio cuenta del buen pasar económico de su marido. Si bien en principio comenzaron a vivir en un complejo habitacional del Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV), poco después compraron una casa ubicada a la vuelta, ubicada en Uranga 575, en proximidades de la Escuela Privada Nuestra Señora del Luján de Paraná. No conformes con la coqueta vivienda que fueron construyendo, también compraron un amplio galpón que había en el terreno lindante. Y allí hicieron el principal gasto.
El amplio predio -en especial su parte de atrás, para ocultar lo que hacía- se transformó en un envidiable gimnasio con aparatos de última generación; un sauna, jacuzzi, amplia pileta, jardín y un salón de usos múltiples de importantes dimensiones, destinado a reuniones sociales familiares y de amistades, con juego de luces, equipos de audio y de televisión con amplias pantallas. Como para no escatimar en gasto. Y a todo ello le sumaron la construcción de un coqueto departamento, para la hija mayor, con detalles muy costosos.
(Más información en la edición gráfica número 1043 de ANALISIS del jueves 28 de julio de 2016)