El crudo testimonio de una ex carmelita de Nogoyá, que logró escapar del convento en marzo de este año

“Nos hacían marcar la cruz en el suelo, con la saliva de la lengua”

Edición
1046

Daniel Enz

--¿Desde cuándo estabas en la congregación de Carmelitas Descalzas?
--Ingresé en el Carmelo de Concordia en Villa Zorraquín, que tiene más de 50 años. Lo hice en 1988. Y después se fundó el Carmelo de Nogoyá, Arquidiócesis de Paraná y me fui hasta allí. Soy una de las hermanas fundadoras. O sea, estuve casi 28 años en la congregación.

--¿Y en qué se diferenciaba el de Concordia con el de Nogoyá?
--En el Carmelo de Concordia nunca hubo nada parecido al de Nogoyá. Nada, absolutamente, nada. Era una familia donde vivíamos bien. La superiora era “una madre” y la comunidad era armoniosa. Entre nosotras las religiosas, las monjitas, se vivía la caridad, como dice Santa Teresa de Ávila en el Camino de Perfección: “todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar”. El trato entre nosotras era como el de una familia.

--¿Y cómo fue ese desembarco en Nogoyá?
--Éramos en total siete hermanas: cinco profesas y dos novicias. Yo era una de las novicias. Llegamos a Nogoyá en 1991 y al año siguiente, profesamos las dos novicias.

La madre superiora que llegó a Nogoyá era la madrecita María de los Ángeles. La hermana María Isabel era una de las hermanas profesas y actualmente es la madre superiora, desde el 2006. Los primeros años en Nogoyá fueron de mucha paz y vivíamos las reglas, lo que la Iglesia nos pide y lo que nosotras abrazamos libremente y por amor a Jesús. Todo lo que manda la regla, las constituciones y costumbres de la Orden.

--O sea, conocieron de inmediato el uso del cilicio o el flagelo (látigo o disciplina).
--Al cilicio y a la disciplina siempre lo usamos porque está mandado por las constituciones, que son las leyes que nos rigen y fueron aprobadas por el Papa Juan Pablo II, en 1990. Allí está escrito que tenemos que usar la disciplina y también el cilicio. Eso está legislado, es una ley. En Concordia ya lo hacíamos. La madrecita María de los Ángeles -la anterior conductora- era una buena madre; ella no era rigurosa, nos advertía, sí, si hacíamos algo malo o en contra de la regla. Pero no era tanto como cuando ella dejó de ser priora, y asumió la hermana María Isabel. No me acuerdo bien la fecha; puede que haya sido en 2006. Y fue ahí cuando comenzó a cambiar; todo de a poco, porque todavía vivía la madrecita.

(Más información en la edición gráfica número 1046 del jueves 8 de septiembre de 2016 de ANALISIS)

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