“Yo sentí paz interior cuando comenzó a actuar la justicia en el convento”

D.E.
Doña María Elena siempre fue una mujer de Iglesia. Es más: quien la observa hasta la podría confundir con una religiosa por sus modos. Aunque es oriunda de la provincia de Misiones, vivió desde la infancia en Santo Tomé, en una zona de campo de Corrientes, donde se instaló su familia. La clásica tonada litoraleña la delata todo el tiempo. Llegó en 1995 a la ciudad de Nogoyá, acompañando a su esposo, un ex contador público del Banco Nación que había tenido diversos destinos en el país, en ese periplo que deben hacer cada tanto los funcionarios bancarios en puestos de conducción. Su marido enfermó de cáncer y falleció tres años después de la llegada a la ciudad entrerriana. Antes que ello sucediera, su hija Selva terminó la escuela secundaria en Nogoyá, estudió un año de maestra, pero a los 18 optó por ingresar al convento de las carmelitas descalzas, para nunca más salir. “Fue muy doloroso para nosotros ese desprendimiento; fue muy fuerte. Ella era muy familiar y de un día para el otro dejamos de tenerla en nuestra casa”, recuerda. Su padre enfermo reclamó una y otra vez que la joven pudiera llegar hasta su vivienda, aunque fuera unos minutos, para acompañarlo en su lecho en los últimos días de vida, pero ello nunca sucedió por la reglamentación estricta de la congregación.
Doña María fue durante más de una década sacristana del convento, con presencia diaria en el lugar. Siempre fue una mujer muy querida, atenta a las necesidades de ese sitio y predispuesta para solucionar tal o cual situación. Había una buena relación con la madre superiora anterior, la hermana María de los Ángeles, cuyo nombre verdadero era María Elena Teresa De la Serna, oriunda de San Isidro. La hermanita falleció el 30 de agosto de 2012, a los 84 años, y fue sepultada en el cementerio propio del convento, allí ubicado, tras una misa oficiada por el arzobispo actual de la capital entrerriana, monseñor Juan Alberto Puíggari. La Madre María de los Angeles había resignado su poder de conducción tiempo antes de fallecer y el convento quedó en manos de la Madre María Isabel, Luisa Toledo, oriunda de Concordia.
(La nota completa en la edición número 1047 del jueves 22 de septiembre de 2016 de la revista ANALISIS)