Mala praxis periodística

Américo Schvartzman*
El enfrentamiento del gobierno kirchnerista con el grupo Clarín motorizó entre otras cosas la aprobación de la frustrante Ley de Medios Audiovisuales (tan pródiga en expectativas y tan amarretaen su instrumentación). Con ese telón de fondo, la sociedad argentina pareció perder la ingenuidad en materia de comunicación. El debate público iluminó de manera masiva algo que sólo estaba claro para unos pocos:que los medios no están en el medio. Que los medios no son neutrales. Que tienen dueños y auspiciantes, y que esos dueños y auspiciantes tienen intereses. Que toda comunicación es política. Que quien comunica toma postura, aun cuando alegue no estar haciéndolo. Que la independencia y la objetividad en periodismo son como la utopía, o como el horizonte, según la conocida parábola de Fernando Birri popularizada por Eduardo Galeano: nunca se los alcanza, pero, en todo caso, sirven para saber hacia dónde caminar.
En la Argentina del kirchnerismo, que aún está lejos de haber terminado, la línea del horizonte, la utopía, la independencia, la objetividad, se desdibujaron. Y dado que no se pueden alcanzar, se hace de cuenta que no existen. Desde entonces así se hace periodismo en estos pagos, con las honrosas excepciones que conocemos.
Chocolate por la noticia
En efecto, los medios nunca están en el medio. La sociedad argentina superó la edad de la inocencia y descubrió que la comunicación está contaminada por intereses contrapuestos.
Chocolate por la noticia, podrán pensar algunos. Pero lo cierto es que esa mirada basada en la sospecha, como diría Ricoeur, estaba lejos de ser una conquista colectiva. Lo que decía el editorial del diario o el comentarista de moda, antes de todo eso, era indiscutible.
Antes del conflictivo divorcio Kirchner-Clarín, el diario, la tele, el comentario del conductor del noticiero, la portada del diario que entraba al hogar por debajo de la puerta, eran palabra santa, dogma consolidado para buena parte de la población. Y, por el contrario, los buenos análisis sobre la mala praxis periodística eran poco conocidos, escasamente frecuentados, y muchas veces impugnados por periodistas bajo el anatema de “Yo no hago periodismo de periodistas”. Entre esos recomendables ejercicios se encuentra el documental “La crisis causó dos nuevas muertes” (2006), de Patricio Escobar y Damián Finvarb, que cuenta cómo se manipuló en Clarín y en los principales medios argentinos (escritos y televisivos) la información sobre el asesinato de Kosteki y Santillán.Pero el film también exhibe con claridad la complicidad de funcionarios como Aníbal Fernández, que hicieron posible la masacre de Avellaneda, o el nulo compromiso del ya presidente Néstor Kirchner con el esclarecimiento del caso. De hecho, con el tiempo (pasaron diez años) ese documental pasó a convertirse en un emblema de quienes se asomaban por vez primera a la sospecha hacia los medios.
(La nota completa en la edición número 1047 del jueves 22 de septiembre de 2016 de la revista ANALISIS)