Cuando el monstruo está en casa y la Justicia no quiere escuchar

Por Ayelen Waigandt
wafis1313@hotmail.com
El 27 de julio de 2015, un día antes de cumplir sus 27 años, E.G. se presentó ante la fiscal Ana María Yacobucci de la Unidad Fiscal de Investigación de Delitos contra la Integridad Sexual y Prostitución de Buenos Aires para denunciar que su abuelo, Marcelo Ghilardi, abusó de él “desde que tenía 7 años y hasta los 14” y a su papá, Marcelo Gabriel Ghilardi, por pedofilia.
Con toda la valentía de la que fue capaz, contó que los abusos comenzaron “viajando en un auto”. “Habíamos ido a buscar el auto a un lavadero y estábamos yendo a su casa. Ahí, estando en el auto, comenzó a masturbarme y me enseñó a masturbarme. Esto pasó en Paraná, donde nosotros vivíamos. Después de ahí, pasaba siempre en su domicilio, todas las noches. Me masturbaba, me hacía tocarle el pito y también me hacía practicarle una felatio. Mientras me obligaba a hacer eso ponía películas pornográficas en la televisión”. Aclaró que, a su entender, su abuela “estaba al tanto de la situación y por miedo no lo denunció”.
“Esto pasó hasta que tuve 9 años aproximadamente, porque después mis abuelos se fueron a vivir a Buenos Aires. A partir de allí, me fui a vivir con mi papá. En ese tiempo, cuando mi abuelo iba de visita a Paraná también abusaba sexualmente de mí, pero era más esporádico. Viví en Paraná con mi papá hasta los 12 años, después nos vinimos a vivir a Capital Federal, a Villa Urquiza. Durante ese tiempo, cuando iba a la casa de mi abuelo y lo ayudaba a realizar algunos trabajos, él continuó abusando de mí. Esto se repitió hasta mis 14 años”, relató.
También sostuvo que a su hermana A.G. “le pasó lo mismo, sufrió abusos sexuales por parte de su abuelo Marcelo Ghilardi (…) los veía durante las noches cuando vivíamos en Paraná durante la infancia”. También contó que “sus tías, sus respectivos maridos y sus primas sabían de la situación porque su hermana se los había contado” y que “al ser más grande habló del tema con su hermana, pero ésta le dijo que había que callar siempre esa situación”.
En esa oportunidad también denunció a su papá: “Empezó cuando era chico. Cuando tenía 6 años comencé a ver que se masturbaba frente a la computadora. Sin saber qué miraba, me dio curiosidad. La primera vez que le encontré un montón de fotos y videos de pedofilia en la computadora fue cuando tenía 8 o 9 años. Le encontré muchas fotos y videos de chicos menores de edad posando desnudos y siendo ultrajados. Había también videos incestuosos. En ese momento, sin saber que eso estaba mal, empecé a auto complacerme viendo esas cosas. Mi papá me encontró varias veces en esa situación y nunca me dijo nada. Esa computadora estaba en el domicilio de Paraná. Mi papá sabe mucho de informática y se juntaba con un grupo de gente, casi todos los días, y yo sospecho que con esa gente tenía un grupo de pedofilia. (…) iba de noche y cuando volvía de esas reuniones regresaba con CD que tenían información de pedofilia”.
Agregó que su padre “siempre ejerció violencia psíquica y física” hacia él. “Ocurría siempre. Mi papá por cualquier cosa se desquitaba conmigo. Esto pasó hasta mis 17 años cuando me fui de manera definitiva de mi casa”. Y admitió que “por todo esto tuve problemas con las drogas, los cuales pude superar”.
Debido a estas situaciones y su adicción, E. estuvo bajo tratamiento en el Hospital Psiquiátrico Alvear de Buenos Aires y en el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Sexual de la Comisaría de la Mujer de la misma ciudad.
(Más información en la edición gráfica número 1094 de la revista ANALISIS del miércoles 17 de abril de 2019)