
Luis Lacalle Pou es el presidente electo de la República Oriental del Uruguay.
Por José Carlos Elinson
(Especial para ANÁLISIS)
Luis Lacalle Pou tiene 46 años y pinta de ganador. Es abogado, fue dos veces legislador por el tradicional Partido Nacional y es hijo del ex presidente Luis Lacalle y bisnieto del emblemático caudillo Luis Alberto Herrera, fundador del “Herrerismo” uruguayo. Su madre es la senadora Julia Pou, todos de la más rancia estirpe “blanca” oriental.
Lacalle Pou recibe un país marcado por los gobiernos de izquierda que gestionaron la república uruguaya a lo largo de los últimos 15 años. El joven presidente electo, el más joven de la historia de su país deberá poner en caja determinados dislates para lograr un ordenamiento necesario de la economía desgastada por políticas que poco y nada tienen que ver con el ideario que sustenta el Partido Nacional.
La irrupción de Lacalle Pou en la política sudamericana viene a aportar un elemento más al desencuentro social, político, cultural y económico de los gobiernos de la región. Habrá entonces que definir políticas para que desde la derecha recuperada después de 25 años de populismos agotados en sí mismos se puedan tomar las riendas de una nueva concepción diferente si no diametralmente opuesta a las propuestas del hasta ahora gobernante Frente Amplio de Tabaré y Pepe Mujica entre otros.
Pensar en la economía como llave maestra puede dejar al Uruguay en apenas el principio de un intento transformador que, como bien lo señalara el presidente electo deberá contar con el concurso de si no todas, la mayoría de las fuerzas políticas del país más allá de diferencias y más acá de necesidades puntuales en pos de nuevos amaneceres en el país oriental.
Ordenar la incidencia de la macro y micro economía en los números del PBI, asistir sin entregar la economía a salvar las necesidades primarias de sectores de la población con necesidades insatisfechas, educar sin consentir,
Lacalle Pou sabe que la empresa no es fácil, ni siquiera los valores tradicionales de una sociedad tradicional que concurrirán a sustentar su gestión alcanzarán en primera instancia para garantizar fortalezas, quince años de una izquierda romántica a la uruguaya dejan marcas que abren inevitablemente más allá de todo agotamiento, espacios de nostalgia por modos y estilos de ejercer el poder.
Aunque parezca un exceso, durante los próximos cinco años Uruguay participará fuertemente del arbitraje en la política regional. Sólido, bien parado, con buen respaldo, el presidente Lacalle Pou está en condiciones de mostrar caminos, limitar excesos y plasmar en hechos proyectos de gobierno que a la hora de las decisiones serán mucho más complejos que lo imaginado por el entusiasta ex legislador.
Así las cosas, América del Sur con el Chile vapuleado del derechista Sebastián Piñera, Bolivia atomizada y con un ex presidente proscripto, Paraguay tratando, como casi siempre, de encontrar un rinconcito en la vereda del sol, Argentina con gobierno hecho a medida y Brasil que se fortalece y se debilita entre Lula da Silva y Jair Bolsonaro, reedita historias a las que Luis Alberto Lacalle Pou deberá encontrarles la punta del ovillo.