
Jorge Oscar Daneri
No existe justicia social sin justicia ambiental, imposible. Pero no serán, si no existe democracia y república. Y no existen, sin justicia independiente.
Está naciendo o quizás renaciendo una huerta en el equipo de investigación del Ministerio Público Fiscal de Entre Ríos frente a delitos de corrupción en la administración pública. Son esas generaciones intermedias y de jóvenes abogadas y abogados, semillas multicolores que vienen dando una dura e incansable batalla por otra democracia posible y mucha, mucha más justicia frente a bandas delictuales escondida en el paragua protectorio de una política insana. Las sentencias, finalmente irán confirmando los hacedores e intelectuales, pero está claro, que los corruptos están y actuaron.
Son Fiscales que han puesto en crisis los modos de gestionar la cosa pública, los bienes colectivos, los dineros del pueblo, en quebranto societario a quienes vaciaron la legislatura provincial, no solo de dineros, sino de creatividad y convicciones, salvo honrosas excepciones en esta última década y más.
Del federalismo de la autonomía hacia el feudalismo, solo un paso, para, desde cualquier intención de apropiación de la justicia, la misma se rinda y claudique servilmente al abuso de poder, cuasi absoluto.
El equipo de fiscales de investigación especializada constituido por la Convención Constituyente de 2008, que precisamente, frente al drama institucional de la corrupción, priorizó la conformación de un ámbito de excelencia que intente desentrañar y transparentar la brutal pandemia de corrupción y su "naturalización", sostuvo la finalidad de la búsqueda de justicia, y es esto, ni más ni menos, lo que se está debatiendo, honrando o denigrando, conforme los hechos lo expongan en estos tiempos por venir.
La corrupción no tiene límites. El capitalismo brutal personal, como existente, tampoco. Son socios, aquí o en algún paraíso fiscal, u otras de sus cuevas o sótanos. No respetan democracias, instituciones, ni justicia alguna. Cabalgan sobre la construcción de un poder que se vuelve enfermo y auto alimenta.
La independencia de la justicia, es la trinchera más sagrada de la meditación y mediación de la paz, de la no violencia. Pero las huertas se riegan, no solo desde la propia justicia en proceso de florecimiento desde estas generaciones, sino también desde los colegios profesionales, de todo tipo y temática, desde los procesos asamblearios, desde los colectivos ecofeministas, desde un poder legislativo que, en estas horas parecería dormido o cooptado, desde las juventudes políticas de todos los partidos democráticos y sus militantes con sueños posibles para los pueblos y no de decadentes millonarios de la injusticia social, ambiental y judicial.
Existen momentos en la vida, donde el tiempo, el río y los poemas, la escuela de la infancia, los amigos de siempre, los sueños durante la dictadura por saber de qué se trata la democracia y aprender como sentipensarla conviviéndola, todos esos tiempos, se vuelven difusos, quedan en suspenso frente al atropello, su oportunidad y descaro. Nos dejan mudos en una instancia primaria. O quizás, se vuelven demasiado cristalinos, como la textura de ese río que nos refleja y nos hace irrelevantes, difusos también.
In dubio pro reo es válido para el Embajador. Parecería no serlo para el Ministerio Público Fiscal de aquella República de Entre Ríos.
El embajador puede continuar representando a todo el pueblo del País, durante todo el proceso judicial que lo investiga. Pero la representante del pueblo de Entre Ríos en el Ministerio Público responsable de coliderar la misma, parece que no lo puede representar frente a la duda y así, la investigación independiente sobre los hechos de semejante "Embajador" y sus posibles cómplices queda como vulnerable y debilitada. Así, In dubio pro ... sería doble, a favor de los imputados.
Es interesante y doloroso apreciar el equilibrio de las dudas. Las incompatibilidades supuestas, en un caso y los otros. La duda juega a favor de la tela de araña de un poder que se cree sin tiempos, permanente. Un amigo diría que viven convencidos dentro de una burbuja de alto ataque diario de importancia. Pero en el fondo saben que la rueda gira, como el planeta, las galaxias, los reinos de vida.
Cuando escribo estas reflexiones recuerdo la figura del fiscal nacional de Investigaciones Administrativas, Don Ricardo Molinas, un hombre que no solo prestigió sus responsabilidades desde la ética del cuidado de los bienes públicos y la dignidad del pueblo, sino que honro el ejercicio de las cargas políticas, como tantos hombres de bien. No es un dato menor, que renunció cuando el Menemismo arribó al poder quitándole facultades. Un fiscal sin miedos ni bajezas, como ahora también lo hacen estas generaciones que vienen a vestir de arco iris la justicia provinciana, intentando poner en lugar casi sagrado la garantía del poder independiente, como una simple forma de vivir, que se expresa en el valor de la palabra, los juramentos y el obrar de los seres humanos hechos y derechos.
En estos momentos nos convoca una ética que nos intenta convencer, que solo estamos de paso. Es la ética de la sustentabilidad, no solo de los ecosistemas, las culturas y otras economías posibles, es básica y vitalmente, la ética de la sustentabilidad de las democracias.
Son las democracias las que deben garantizar una transición democrática en paz hacia sociedades sostenibles. De no hacerlo, serán el caldo de cultivo de los nuevos totalitarismos. Revisar lo que sucede en Brasil, o pueda ocurrir en Chile, o dolorosamente los hechos impensados en Nicaragua, todo lo expone.
La equidad intergeneracional tiene como deber esencial en su primer punto, el garantizar no solo la continuidad de la democracia, sino su fortalecimiento, su crecimiento cualitativo, su vuelo. Necesitamos más independencia de poderes, más concertación social, más Consejo Económico y Social, más Defensor del Pueblo, más debate legislativo, más movimientos sociales y democracia participativa, más "reformas extremas en sentido democrático". Si no, estamos, como estamos, mal, muy mal.
Cecilia Goyeneche es la manifestación de seres con una dignidad pocas veces vista en esta provincia en la lucha contra la corrupción, es de una valentía tal, que simple y maravillosamente es agua bendita para la huerta de la libertad y la autonomía, que la Constitución nuestra dispone y seres así la honran.
En esta crisis de civilización y valores que estamos transitando, nos abrazamos a estos tiempos de brisas de madre tierra, que nos permite contemplar lo pequeño y simple que somos. Posibilita también observar la inmundicia de los que aún tienen alguna cuota parte de estos poderes societarios, pero en verdad no tienen nada, son una realidad efímera. Todos lo somos, el tema es la alegría y sonrisas de las buenas compañías y compañeras en el barco del intento de los "buenos vivires".
Existe un concepto dentro de la ecología política que es el de "línea de dignidad". Se lo puede adaptar y enriquecer, construir popularmente en cada sociedad, desde los territorios. Entre Ríos debe y puede reconformar su propia línea de dignidad social. El Programa Constitucional del 2008 es una puerta enorme para desarrollarlo y porque no, disfrutarlo con el entusiasmo de los años de la democracia renaciente. Allí están las herramientas, los instrumentos.
El límite a conformar en este contexto, es una sociedad con sus ojos más que abiertos desde sus organizaciones sociales, sus órganos de control institucional y también social, como desde los ámbitos deliberativos, el gran ausente como poder, el gran dormido, el que no nos está representando en su deber de contralor. Son periodistas de investigación y estos fiscales los que vienen liderando el agua bendita para el huerto de la palabra y las efectividades conducentes hacia la honradez republicana.
La huerta del ministerio fiscal la debemos regar con aguas y semillas de libertad de pensamiento y acción.
Estas reflexiones intentan brindar gotas de esperanza y utopías posibles en este cambio de época, en la aldea nuestra. Es una celebración de que sí se puede con fiscales que honran la función, con jueces, como no pocos, que, en sus primeras instancias y cámaras, siguen buscando justicia y así nos conmueven con sentencias luminosas.