
Edgardo Cozarinsky falleció a los 85 años.
Edgardo Cozarinsky, uno de los escritores argentinos más destacados, falleció a los 85, luego de una carrera en la que también se distinguió por su prolífica producción cinematográfica, tanto como director como guionista. El velatorio será hoy, domingo 2, a partir de las 20 en la sala Augusto Cortázar de la Biblioteca Nacional.
Cozarinsky (Buenos Aires, 1939) dividió su vida entre Buenos Aires y París, donde vivió ente 1974 y 1989, dejando una extensa producción literaria -27 obras, entre novelas, libros de cuentos y ensayos- y en el cine, donde dirigió 23 filmes y estuvo detrás de las historias de otras 19 piezas, filmadas en ciudades como Budapest, Tallin, Róterdam, Tánger, Viena, Granada o San Petersburgo y habiendo participado de los más prestigiosos festivales: Cannes, Rotterdam, San Sebastián, Venecia y la Berlinale, entre otros, destacó el portal de Infobae.
Rápidamente, las redes sociales se llenaron de saludos de despedida y recuerdos, tanto de lectores como de cinéfilos y de diferentes referentes de estos mundos.
El secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, se expresó en X: “Lamento el fallecimiento del escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky. Gran representante de la cultura que deja un legado enorme en el arte nacional”.
Para el escritor Pedro Mairal, la partida de Cozarinsky es “como si se fueran en él muchas personas”. “Era escritor, cineasta, dramaturgo, actor, milonguero, un tipo inteligente, amable y talentoso”. Y para el autor chileno Rafael Gumucio es una “pena que ya no esté Edgardo Cozarinsky tan talentoso y generoso. Una gran pérdida”.
La periodista cultural y autora Hinde Pomeraniec sostuvo que fue “uno de los grandes artistas argentinos”: “En un mundo de estridencias, lo más bello e interesante de la vida emergía en una charla con él, champancito de por medio. Salud, querido Edgardo. Tu obra me acompaña desde temprano y lo seguirá haciendo siempre”.
El crítico de cine, guionista y cineasta Sergio Wolf escribió en Instagram: “Un faro para el cine y para la literatura. Sus ensayos y sus novelas definen a un artista único, que nos hizo ver el doble fondo de las historias y de la Historia, ese juego cuyas reglas me gusta pensar que las inventó él, con sus libros y sus películas, con “Vudú urbano” y con “La guerra de un solo hombre”, con “La novia de Odessa” y “Puntos suspensivos”, con “El rufián moldavo” y esa maravilla llamada “El violín de Rothschild”, inclasificable como toda obra maestra, como todo lo que de verdad trasciende al tiempo”.
Y agregó: “Nos enseñó a escribir y a pensar y a entender que documental y ficción son modos de una misma mirada. Generoso y entusiasta con los cineastas y artistas jóvenes, ayudándolos y queriéndolo sin ponerse por delante. Su figura y su legado son enormes, a pesar de esa voluntad de discreción que era su forma de nobleza. Me honró con su amistad. Todo lo que escribo y filmo tiene que ver con él. No tuviste hijos, pero los tuviste”.