Sección

Cuestión de prioridades

Bordet y Fernández

Gustavo Bordet y Alberto Fernández.

Por José Carlos Elinson

(Especial para ANALISIS)

Mientras Alberto Fernández asegura que la tiene re clara y que el mundo se rendirá a sus encantos de seductor y a Gustavo Bordet le cuesta explicar lo inexplicable y Marcelo Cassaretto se enoja y Adán Bahl  trata de que el apellido Varisco desaparezca para siempre de la faz de la tierra,  el electorado, que habría que ver con qué grado de conciencia metió votos en las urnas,  contempla el panorama como si los actores fueran integrantes de un equipo de extraterrestres recién llegados a estas costas.

Ni una cosa ni la otra: ni extraterrestres ni recién llegados, en todo caso ausentes por desinterés que sería importante analizar en instancias tan delicadas como no muchos logran todavía interpretar en su totalidad ni respeto de sus implicancias.

La ausencia de liderazgos naturales de los que los argentinos supimos con  mayor o menor presencia en los periodos democráticos, nos ponen en un estado de indefensión cuando no  de una anomia plagada de perjuicios y prejuicios a todas luces inconducente. Es que estamos hablando del presente y el futuro del Estado, y del gobierno que, si bien puede considerarse circunstancial, como dicen los chicos,  “es lo que hay”.

Entonces, ¿le importa a alguien que no tenga intereses creados con el devenir político lo que ocurre en la política, mítico arte de lo posible que se desdibuja con el paso de los días?

¿Votar por convicción al cabo de tantos años pidiendo la salida democrática y el pleno ejercicio de deberes y derechos?

¿Votar por obligación para no complicarse en trámites burocráticos con limitaciones para ejercer determinados derechos civiles?

¿Votar porque es el día de las elecciones?

La pregunta es, ¿hay algún vestigio de conciencia democrática que habilite la vida en sociedad o todo se limitará a una nefasta cobertura de apariencias?

¿Cómo se hace para legitimar un voto que si bien contiene la autenticidad de cuando fue emitido, se desdibujó luego pero se insiste en seguir montada en la presidencia partidaria de su feudo?  ¿El fin justifica los medios?

¿Cuáles son los límites  por los que la mentira puede instalarse sin quedar tan estentóreamente expuesta?

Señores ministros y funcionarios, ¿es lo mismo una retirada digna que seguir trepados al trencito de la alegría con sueldos, viáticos y vida distendida?

No son preguntas para que respondan ustedes, son, en todo caso para que la conciencia ciudadana comience con su proceso de despabilizaciòn.

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