
Falta de empatía por el abuso sexual eclesiástico.
Hernán Rausch*
Por estos días se encuentra reunido el Episcopado, tratando, entre otros, la prevención de delitos sexuales.
Parece correcta esta iniciativa de tratar e introducir en su agenda uno de los temas de mayor urgencia, pero también dar tratamiento aquellos hechos ya consumados por sus pastores que han dañado, herido y lastimado a niños para toda la vida, hoy algunos ya hombres.
Deberían dejarse de tantas reuniones y empezar con más sanciones, para cuidar a las próximas generaciones.
La Iglesia mide y cuida más al victimario que a los ultrajados. De las innumerables víctimas y sobrevivientes poco se acuerdan, no plantean como acompañarlos, acercarse, no brindan herramientas ni contención para allanar un poco ese camino escabroso y lleno de espinas que ha sembrado ese sacerdote perverso, corrupto. Al contrario, parecen ofendidos y molestos por la ventilación de los hechos. Tampoco contemplan las necesidades de víctimas, sus dolencias. Actuando de esa manera, al menos podrían remediar tanto sufrimiento y aflicción.
Semanas atrás hubo un Seminario y una palabra definía lo que hoy podría observarse como la aridez de la Iglesia, empatía. Definamos empatía: “…capacidad de percibir, compartir y comprender los sentimientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar. Identificar y reconocer lo que otro puede sentir, preocupándose por experiencias ajenas”.
Ha quedado claro que, más allá de los relatos y de las pruebas surgidas por las investigaciones que realizó la Justicia entrerriana, los actores judiciales tuvieron esa empatía con los denunciantes, atendiendo y sensibilizándose con cada relato, observando cada situación, espacios y horarios donde llevaban a cabo los actos absolutamente repudiables de abusos contra niños.
Esa es la empatía que falta aún en la Iglesia, falta empatía eclesial de parte de las autoridades. Digo autoridad y me refiero desde el mismo Papa, ya que a la fecha y después de tanto tiempo, al parecer, siguen haciendo oídos sordos, no oyendo los fallos de la justicia, creyéndose estar por encima de la ley, manifiestan y sugieren ir por los caminos de la justicia pero luego, si ésta falla en contra, no hacen lugar a los fallos pronunciados en su contra, minimizan los hechos y aún más, descreen, cubriéndose en pactos internos dentro de la misma institución, creyéndose intocables en sus ministerios de potestad, apelando al olvido de las causas mediante el paso del tiempo, faltando el respeto así a las comunidades, dando lugar al deterioro de las creencias sobre figuras consagradas y la fe.
Hago referencia en las figuras consagradas mediante el sacramento del orden: “…en el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo… Pastor de su rebaño… Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa representando al mismo Cristo…”C.I.C.
Lo que la comunidad católica y otras instituciones aún no se explica, es que luego de las acciones perversas que realizaron estos, sus representantes, condenados por la Justicia civil, sigan gozando del sublime sacramento del orden. Es decir, por qué no despojarlos de estos privilegios, por los cuales siguen bajo el patrocinio de los Obispos, siendo que no lo ameritan.
El Papa no los enviará presos, la Iglesia no tiene esa facultad, pero al menos debería quitarle esa figura, someterlos a investigaciones civiles, mostrar un poco de respeto a lo consagrado, porque con ese proceder lento y estático, hacen lugar a la blasfemia, sacrilegio y profanación de lo que debería ser un verdadero sacramento, sacerdote, hombre consagrado.
Papa Francisco: ya pasó el tiempo de observar, de estudiar casos, no más preocupación. Ahora es momento de agilizar tratamientos, los ya juzgados y los comprobados. Es tiempo de su sentencia sobre los que se equivocaron, abusaron y agraviaron en nombre de Dios. Transforme sus palabras en hechos. “Tolerancia cero”. A este tiempo transcurrido, ya hemos tolerado lo suficiente. Haga lugar al reclamo.
(*Sobreviviente de Abuso Sexual Eclesiástico).