Sección

Barbarismos que cansan

Lenguaje

Sobre el idioma, el lenguaje y sus cambios.

Por José Carlos Elinson (*)

Tarde piaste dirían mis amigos del campo, y tendrían razón.

Empecemos por el principio. Me cansé de ser testigo de la destrucción del idioma. Alguien me dirá que la estoy pifiando si digo que la destrucción del idioma suma a la destrucción del país y podrá pensar que con las cosas que nos pasan la destrucción del idioma es un tema menor, tanto, que ni vale la pena prestarle atención cuando en la puerta de tu casa tenés el coronavirus, el dólar, las respuestas vacías de contenido, la desorientación cotidiana, la educación a la deriva, los padres que tienen que reinventarse todos los días, en fin, lo que ya sabemos. Pero aunque parezca ocioso, la destrucción del idioma aporta peligrosamente a la destrucción del país. Un país sin idioma es un país de sordos, o de mudos o peor aún, sin identidad.

La identidad es un valor que nos define como pueblo, como cultura, como tendencia a definirnos como una sociedad cultivada y en vías de crecer y ser mejores.

¿Cómo se puede entender que  nuestros padres fundadores que chuleaban barro y se  desplazaban a lo largo de una infinidad de leguas en carretas para debatir el futuro de la patria en ciernes, manejaran con naturalidad tres o cuatro idiomas y nosotros que  hasta hace unos años nos enorgullecíamos de hablar con cierta fluidez el castellano, hoy hayamos caído en la paparruchada de ese invento irreverente que pretende modificarnos la lengua de Cervantes.

Aunque deba hacerlo en soledad, aunque para muchos sea un tema menor, voy a dar batalla a este intento trasnochado de modificarnos el lenguaje. Lo peor es que quienes lo impulsan confunden la conjugación de un verbo con la tabla del  cuatro, es decir, pertenecen a un sector de la población para el que el lenguaje es absolutamente menor.

En la ciudad de Salta, el profesor Francisco “Paco” Fernández, autor de varios libros dedicados a la lingüística, se ha ocupado de temas puntuales naturalizados por el uso cotidiano en las diferentes clases sociales.

Dediquémosle un par de minutos a las observaciones de Paco Fernández.

Malos ejemplos oficiales

Esto es recomendable para todos los hispanohablantes, según lo expresado. Enfatizo que es importante su cumplimiento por quienes poseen nivel medio y universitario al usar la lengua oral o escrita, en un nivel formal o semiformal. Cuánto más, entonces, esta recomendación debiera ser observada por el Gobierno (que, entre sus ministerios, tiene el de Educación, Ciencia y Tecnología), por los políticos y por todas las instituciones públicas y privadas. Sin embargo, apreciamos que, desde las máximas autoridades se hace caso omiso de esta recomendación.

En efecto, la Primera Mandataria, (alude a Cristina Fernández durante su gestión presidencial) (se incluye en sus discursos la discriminación (léase no en sentido negativo) “todas y todos”, desconociendo la regla del masculino inclusivo: al decir “todos” se incluye, indefectiblemente, a varones, mujeres, adultos, niños; en fin, a toda la población que se quiere nombrar en esa comunicación. Es, en el mejor de los casos, un desacierto lingüístico, además de una redundancia (en este, se trataría, más bien, de una "rebuznancia', como la había definido en un artículo anterior).

Por si esto no fuera suficiente, desde hace varios meses circula en los medios de comunicación masiva una publicidad de casi media página que reza: “DE CHIC@S EXTRAVIAD@S”. En la misma, hacia el final, el desacierto se profundiza con esta frase: “SI TU HIJ@ ESTÁ PERDIDO O TENES INFORMACIÓN ÚTIL, LLAMANOS...”. La falta de concordancia radica en no haber escrito “PERDID@” para referirse a ambos géneros. Pero la falta imperdonable está en utilizar la arroba, porque dice la Academia que no es un signo no lingüístico.

Así las cosas, tirar una tabla de salvación al uso correcto del idioma, podría ser el primer paso del salvataje de otras “rebuznancias”, como gusta decir a Paco.

(*) Especial para ANALISIS.

Edición Impresa