
Por Américo Schvartzman (*)
Su laburo nos hizo sonreír, reflexionar y ver el mundo de otro modo con cada chiste, con cada dibujo (tantas veces más cercano a una tesis crítica sobre la realidad, sobre el mundo, sobre lo humano, que a una broma destinada a hacer reír).
Deja una obra impresionante, que se puede abordar desde la filosofía, desde la semiótica, desde la historia y desde la epistemología pero que, sobre todo, hizo más dulce la vida de mucha gente, y a veces mucho más amarga como reflexión necesaria para que algún día seamos capaces de vivir una vida mejor.
Quino, Joaquín Lavado, el papá de Mafalda, era, y es, el más grande de todos. Aquí comparto el dibujito que le hice hace once años, cuando la UNER lo nombró doctor Honoris Causa, y yo tuve el alto placer de que se lo obsequiaran. No pude estar, tampoco pude entrevistarlo (viejo sueño que ya no podrá ser), pero estuve a través de mis queridos compañeros Maxi Sanguinetti, Marbot Mario Bottarlini y Jaimo Ricardo Jai.
Y siento que Quino y su obra están en mí, que forman parte de lo mejor de nuestra identidad. Hay un dibujo de Quino para ilustrar cada cuestión que me aflige, cada motivo que convoca a la lucha, cada sonrisa que entreteje el pensamiento. Y eso no muere. Hasta siempre, maestro, y gracias por tanto.
(*) Periodista; texto publicado en su perfil de Facebook.