
Por Hernán Rausch (*)
“No se tienen que guardar los secretos que hacen mal”.
En esta jornada tan particular, en que se conmemora el día mundial de la prevención del abuso sexual en la niñez, cada año se va consolidando y tomando más conciencia sobre este agravio, no solo por el daño en el momento de los perversos actos, sino la posterior consecuencia que acarrea si no se logra espantar, superar los miedos y manifestar lo que uno sufrió.
Diferenciar entre información que se debe guardar y secretos que no deben ocultarse.
Se debe concientizar que es indispensable y central denotar, hallar el motivo de culpa y el falso pacto que el perpetuador instala en esa prematura cabeza de un niño, obligándolo a callar, aduciendo una ficticia amistad o falaces promesas, empleando la manipulación y el engaño, o la amenaza y el soborno, llenándolo de confusión y complejidades en esa etapa tan medular de la vida, donde todo se graba a fuego, sobre todo lo afectivo y sentimental.
En la niñez se debe velar y luchar por la sana formación, en ese período tan sensible, donde todo se percibe y aprehende, se incorpora, con lo cual es muy importante diferenciar en lo que a malvados secretos se refieren, en esta edad tan temprana e inocente.
En esta instancia de la vida, la familia y la escuela juegan un rol muy importante, es en ese ambiente donde los chicos de una u otra manera exteriorizan vivencias y en las cuales florecen las cualidades, capacidades y carismas, como, de la misma manera, las cuestiones que los atormentan, en casos particular de abusos, se hacen visibles de distintas maneras, pueden ser físicas, psicológicas, conductuales, relacionales y funcionales.
El hecho no es solo parar y mirar como simples espectadores estas exposiciones, debemos prestar oído, escuchar al niño, no solo en los relatos, sino interpretar ese vocabulario de auxilio, ese grito que se expresa en distintos sentidos, de distintas formas, miradas, silencios y actitudes.
No debemos dejar de escuchar, conocer y saber interpretar ese oculto pero claro pedido de socorro, para luego denunciar a quien corresponda, no con tono destructivo, en casos de que el agresor pertenezca a una Institución, sino siempre para aclarar, acompañar, ayudar, proteger a la víctima y evitar que el perverso siga dañando más vidas.
Al escuchar a las víctimas, es necesario actuar con sensatez, pero sin demoras, asistirlos, ya que, ignorarlos puede truncar y sellar, aplastar la valentía, cerrarse, para después sentirse solos, tristes y abandonados, obligados a sobrevivir, sin darles contención ni solución.
No debemos olvidar los deberes de la justicia ordinaria, conocer e involucrarse en estas cuestiones, llevar adelante sin pausas las investigaciones y juicios, pero sobre todo abordar el tema y llevarlos adelante, velar y transitar el completo camino judicial.
Bien sabemos del estancamiento de causas, en los palacios provinciales y nacionales, sobre todo en causas que han asentado precedentes.
La sociedad entera necesita de esos fallos, que se resuelvan los casos.
En este sentido traigo a colación el pedido de un juez entrerriano; pidió a La Corte se pronuncie de forma imperiosa e impostergable en la sensible temática que convoca y así dilucidar definitivamente la cuestión, fijar doctrina legal y que sirvan de directriz para todos los Tribunales del país. De eso se trata, solidarizarse.
Cuanto más pasa el tiempo, más socaban la credibilidad en la justicia, que es el principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde.
Dar lugar y tratamiento a estos temas, también es una forma de prevenir.
(*) Sobreviviente de Abuso Sexual en la Infancia. Denunciante del cura Justo José Ilarraz.