
Por Sergio Dellepiane (*)
En 40 años de democracia no hemos asistido a ninguna epopeya. No ha habido hazañas legendarias llevadas a cabo por personajes heroicos para proteger y/o conducir a su pueblo hacia un destino mejor.
No hay actualmente ninguna epopeya con 51,2 % de la población recibiendo un cheque del Estado todos los meses, aunque más de sus 160.000 receptores habituales hayan viajado al exterior, disfrutado de cruceros por mares de ensueño y dilapidado lo que no les corresponde, sobre todo habiendo muchos más compatriotas que no pueden comer dos veces al día. Tampoco lo es el 40,3% de pobres registrados oficialmente, ni una inflación superior al 140% en los últimos 12 meses; ni que el 68% de niños menores de entre 4 y 14 años se alimenten como pueden en el ámbito escolar; mucho menos que el 63% del total de jubilados del sistema cobren la prestación mínima.
La batalla cultural que se ha emprendido contra los valores del esfuerzo, el mérito y el progreso personal ha tenido su correlato en deformaciones de la historia nacional. Se abandonaron las grandes epopeyas gestadas durante el S.XIX y se adoptaron miradas estrechas de valores insignificantes. Las “proezas” actuales se reducen a refinanciar deudas, endurecer cepos, limitar importaciones, engatusar al FMI, amañar resultados estadísticos y continuar haciendo más de lo mismo para profundizar la debacle. Cuanto peor, mejor…para ellos.
Epopeya fue la de J. A. Roca al crear en 1881 el Peso Moneda Nacional que permitió eliminar la disparidad y dispersión de múltiples tipos de dinero que circulaban por la amplia geografía nativa. La Caja de Conversión impidió y eliminó la emisión espuria siguiendo las reglas del patrón oro vigentes en las naciones conocidas de la época. Si la prioridad fuese morigerar y reducir drásticamente la inflación bien podrían revisar los acontecimientos pasados y no aceitar la maquinaria de empobrecimiento generalizada que ya agregó 3 ceros más a la quita de 13 que ya ha sufrido la moneda nacional a lo largo de su historia.
Epopeya fue la celebración en 1882 del Congreso Pedagógico Internacional, base de sustentación para la gestación, redacción y promulgación de la Ley 1420 que consagró la educación laica, gratuita y obligatoria para todos los niños de entre 6 y 14 años. El gobierno federal dispuso proveer subsidios a las provincias para construir edificios, equipar escuelas y pagar salarios a los docentes. De ser un país casi analfabeto pues en 1886 se contabilizaban 1741 escuelas públicas y 611 colegios privados, pasamos a contar con 5348 establecimientos educativos en 1915. Para vincular educación y trabajo se promovió la enseñanza técnica en talleres ferroviarios y se fundaron escuelas de artes y oficios, veterinaria, agronomía e ingeniería en el interior del país. Si la prioridad fuese la educación no se permitiría la deserción escolar, ni el fracaso en cuanto a la lecto escritura y el dominio de las operaciones matemáticas básicas y mucho menos la injerencia sindical en el proceso de aprendizaje que deja a niños y jóvenes sin las elementales herramientas para incorporarse al mundo del trabajo. Sin habilidades actualizadas a las demandas laborales del momento tampoco habrá reinserción de quienes quedaron desempleados. L asistencia del Estado no los sacará nunca de la condición de indefensos y marginales.
Epopeya fue haber perforado el suelo de Comodoro Rivadavia en 1907 y a más de 500 mts de profundidad encontrar petróleo por primera vez en el país. También lo fue la construcción del Hotel de Inmigrantes para albergar inicialmente a las multitudes que arribaron a nuestro suelo para aportar trabajo en las obras de infraestructura, industrias y frigoríficos para exportación forjando un presente venturoso que puso al país entre los más destacados a nivel mundial para la época. Si el trabajo fuese prioridad no tendríamos las imágenes recurrentes de jóvenes que migran al exterior por falta de oportunidades en su tierra.
Epopeya fue la consolidación de la llamada “frontera sur” en 1879, evitando que la Patagonia fuera chilena o británica. Aquella gesta permitió incorporar al “ser nacional” el cerro Catedral, el glaciar Perito Moreno, la cueva de las manos, el Río Negro, Puerto Madryn y la Península Valdés, el faro del fin del mundo y hasta la ciudad más austral del planeta, Ushuaia. Si la propiedad privada fuese un valor a defender, no tendríamos los intentos inescrupulosos de quienes pretenden quedarse con lo que no les pertenece. Reconocer los derechos de los pueblos originarios a sus descendientes legítimos no significa entregar soberanía de aquello que nos pertenece a todos.
Epopeya no es que se paguen al menos 2800 planes del “Potenciar Trabajo” a personas fallecidas. Ninguna epopeya es descubrir (chocolate por la noticia) que una sola persona cobre, durante al menos tres años consecutivos, los salarios de más de 50 “empleados” de la legislatura de la provincia de Buenos Aires y entregue el dinero a recaudadores pertenecientes al partido de un candidato a presidir los destinos de nuestro país. Entre Ríos ha sido pionera en la implementación de este sistema corrupto de recaudación política.
Nunca podrá convertirse en epopeya una multiplicación indecible de papeles de colores, tampoco amerita dicha estatura que no hayamos podido alcanzar la soberanía energética tan declamada (tenemos petróleo nos faltan combustibles líquidos) y menos aún que no se privilegie la importación de insumos médicos para atender la salud de los ciudadanos.
En mi opinión, la más importante epopeya nacional ha sido la de haberse constituido como democracia liberal pues gracias a la plataforma institucional desarrollada y sostenida por las “Bases” de J. B. Alberdi, supo y pudo conformarse como nación moderna y convertirse en ejemplo de progreso, observada con asombro por países de otras latitudes.
Demoler estos fundamentos es condenarnos a subsistir en la ciénaga pestilente de la degradación humana, donde efectivamente deberemos acostumbrarnos a vivir en función de cupones de racionamiento (Vouchers) que entregarán, a su antojo y discreción, una horda desbordante de desahuciados mendicantes.
Cuba, Venezuela y Nicaragua cada día más cerca de lo que podemos imaginarnos.
“La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los dictadores sino sobre las fallas y egoísmos de los demócratas” - A. Camus (1913 – 1960)
(*) Docente.