Un desembarco muy valioso

Claudio Cañete
Con una pieza del joven dramaturgo Rafael Spregelburd, un grupo de artistas del norte entrerriano quiere demostrar que el arte en el interior crece y madura en sus propuestas. La puesta en escena nació en el marco del trabajo de tesis para la Licenciatura de Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba y constó de un largo desarrollo de investigación práctica y teórica. Este viernes y sábado brindarán funciones en La Hendija.
Una directora y un grupo de artistas provenientes de La Paz vienen a poner a consideración del público paranaense una pieza teatral distinta a lo convencional, que exige interpretaciones permanentemente por parte del espectador. En verdad, toda una apuesta artística que vale la pena ser descubierta.
Escrita en 1996 y enmarcada en la tendencia reconocida como la nueva dramaturgia argentina, La inapetencia, de Rafael Spregelburd, es parte de una saga de siete obras inspiradas en el cuadro de los siete pecados capitales del Bosco. Esta pintura delata la inminente caída del orden medieval, muestra esa desesperación por reafirmar lo que estaba desarmándose. El caos amenazaba, Dios iba a dejar su centro. En el presente, esta heptalogía de Spregelburd viene a reflejar la caída de otro orden: el moderno. La evidencia de la ausencia de paradigmas es el motor que arrastra el devenir de estos textos. El diccionario de la modernidad está extraviado, no tenemos definiciones de las cosas y se produce un fenómeno: el extrañamiento. Estas obras son formas de alguna desviación, de alguna ley que se ha perdido. “La Inapetencia nos hace oscilar entre saber y no saber. Preguntándonos continuamente, quién miente… ¿el autor? El espectador se ve obligado a reconstruir lo verosímil una y otra vez”, explicó Lorna Lawrie, directora de la puesta que se presentará en Paraná este fin de semana. Así, lo familiar se vuelve extraño y lo siniestro aparece. Eso que no debe ser visto, ni oído, aquí sale a la superficie, es mostrado a la luz del día, sin mayores anticipos. Expuesto ahí, junto a tantas otras cosas que acontecen. Los personajes no son lo que dicen ser. Ellos dicen algo, los espectadores ven otra cosa. Un universo en el que nadie es lo que dice ser, pero no hay mentira aparente en lo que se dice (¿metáfora del mundo en que vivimos?). Se toman rasgos característicos de la clase media argentina para desarticularlos. La riqueza consiste en desarmar esos elementos, pervertirlos y mostrarlos como ficticios. El territorio familia estalla. Plagada de situaciones cotidianas, como ir a pagar una boleta, tres amigas tomando el té, o una pareja cenando en la intimidad de su hogar; la obra ofrece todo el tiempo datos de convención. Sólo así se puede por momentos ingresar en lo extraño: eso que no es familiar, irrumpe, desconcierta, muestra un “otro velado”. Delata el simulacro, que la solidez de lo real no es tal, y lo hace con tanta agudeza que termina arrastrando las situaciones que propone hacia la comicidad, lo trágico o lo absurdo.
Los actores convocados son parte del Grupo Teatro del Carmen, y este trabajo dio encuentro a tendencias del teatro metropolitano actual, con este grupo de actores de La Paz, cuya experiencia teatral es muy distante a los mecanismos que proponen las nuevas dramaturgias. Así, a través de esta investigación se arribó a una obra particular, fruto del encuentro de dos realidades teatrales diferentes. La del texto y la de los actores.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)