Te recuerdo Amanda

Luis María Serroels
“Te recuerdo Amanda...”, comienza la letra de una de las canciones que el chileno militante por la vida Víctor Jara compusiera como un formidable alegato contra la guerra. Su compromiso y su lucha fueron su peor pecado para el carnicero vitalicio Augusto Pinochet. Mandó que le cortaran las manos en pleno estadio nacional a modo de venganza y escarmiento.
Hoy el mundo recuerda a Víctor con admiración y reconocimiento. Al dictador asesino se lo mira con asco y repudio.
Sirva la rememoración, porque en mayor o menor grado, Chile y Argentina sufrieron el terrorismo de Estado con sus siniestras características: crímenes, persecuciones, desapariciones forzadas, apoderamiento de niños, falta de garantías individuales, libertad de expresión y derecho de elegir y de ser elegido conculcados...
Aquí, por esta comarca, tuvimos una Amanda que supo de luchas sin límites ni pausas, que asumió un puesto de compromiso y una identificación con principios muy claros e irrenunciables.
Esta Amanda Mayor supo del dolor extremo de perder un hijo, su Fernando, en la Masacre de Margarita Belén, pero volcó ese dolor repartiéndolo en una cruzada donde plasmó su pasión por las buenas causas, su obstinación por la vida, la justicia y la libertad. Por todos los Fernandos de todas las madres de corazón destrozado.
¡Y qué extraño es evocarte ahora, en este raro primer 24 de marzo sin tu presencia física! Justo cuando te contábamos para recordar los 30 años de la llegada de la banda asesina con piel de cordero, que tanto daño nos provocó. Justo cuando comenzabas a exhibir en tus carpetas los resultados de tu porfiado itinerario, removiendo tierra hasta con las uñas para hallar a los inmolados que sucumbieran bajo las armas genocidas. Y que esos genocidas estén en la antesala del reclamado juicio y castigo.
¡Por tantas cosas te recuerdo Amanda! Porque supiste sublimar tu enorme potencial humano, tu profundidad creativa y tu caudal de caridad solidaria con un sentido de generosa ofrenda.
Vaya si eras completa Amanda Mayor: escribías, dibujabas, pintabas, modelabas... Y todo lo hacías maravillosamente bien. Para colmo tenías una dialéctica que se degustaba como los buenos licores espirituosos y nos hacías sumergir en una inquieta serenidad, porque allí encontrábamos la esencia misma de tus luchas.
Te recuerdo Amanda, porque asumiste un rol por decisión voluntaria y con entusiasmo contagioso. Porque aguantaste estoicamente el agravio inferido a tu mural chaqueño por los socios del exterminio. Porque nunca decaíste en la empresa de recuperar cuerpos para rociarlos de dignidad y no desfalleciste ante los duros obstáculos. Porque supiste ser el torrente que ante los peñascos cobra mayor fuerza. Porque poco te interesó tu inexorable final, al rescatar tus decaídas energías para no claudicar ni fallarle al compromiso social asumido. ¿Cómo permitirte semejante desliz? Si tu pelea era genuina, tu causa justa y tu meta una verdadera profesión de fe. ¡Cualquier otro, sí, pero vos jamás!
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)