En medio de los reclamos por el respeto al medio ambiente, Entre Ríos se devora sus propios venenos

El mapa de la contaminación

Edición
714

J. R.

La instalación de las fábricas de pasta de celulosa frente a las costas de Gualeguaychú -en territorio uruguayo- ha sembrado el alerta por los desechos químicos que se arrojarán al río Uruguay. Sin embargo el río Paraná recibe cantidades alarmantes de metales pesados como plomo, arsénico, cianuro, mercurio sin que eso genere ni la atención oficial ni la manifestación sostenida de la ciudadanía. El ejemplo da cuenta de que en esta provincia todavía cuesta generar conciencia sobre el cuidado integral del medio ambiente, a la vez que se carece de un mapa de la contaminación. En esta nota, ANALISIS traza un bosquejo para dar inicio a la creación de ese mapa. La conclusión de lo relevado es que a la agresión activa del medio ambiente se le suma la destrucción de los amortiguadores naturales que podrían aplacar los golpes contaminantes. Todo eso dibuja un negro panorama en un horizonte no muy lejano.

En Gualeguaychú, la pesadilla de un futuro umbrío huele a huevo podrido. Gráficos y precisos han sido los ambientalistas para anticipar el nauseabundo aroma que convidarán las aguas contaminadas por las fábricas de pasta de celulosa.

No es poca cosa que la ciudad de mayor movimiento turístico de Entre Ríos huela tan mal. Y apenas se escarba en las consecuencias que traerán las pasteras, surgen amenazas de males mayores de los que preocuparse. Se podría ensayar una comparación: el olor a huevo podrido es a la contaminación, lo que el dolor es a la enfermedad. Está claro que el tufo nauseabundo es ya contaminación, como que los dolores son un lastre para la calidad de vida, al margen del ulterior desenlace de una afección.

Pero cuando en Gualeguaychú se teme por el olor a huevo podrido, se está temiendo por mucho más aun: se teme por la enfermedad del río, se teme con la certeza propia de quienes están convencidos de estar dando los primeros pasos para convertir ese curso de agua en una arteria de la muerte. Como cuando el dolor anuncia algo más grave.

En Entre Ríos el medio ambiente se encuentra amenazado por situaciones que por inodoras no son menos apremiantes para la salud de los entrerrianos. Tanto, que el territorio provincial se convierte en la suma de mosaicos con contaminaciones propias y delimitadas.

Ni los organismos públicos, ni las entidades privadas han realizado hasta el momento un mapa de la contaminación en Entre Ríos, capaz de exhibir integralmente el estado de situación surgido de la suma de focos contaminantes. No obstante, en esta nota ANALISIS intenta ir armando el rompecabezas de las enfermedades ambientales, en base a entrevistas y datos de entidades consultadas. Seguro que faltarán piezas, pero éstas que se presentan son lo suficientemente graves como para no perderlas sin ponerle atención.

La amenaza líquida

La bendición natural que significa cada curso de agua que nutre la geografía entrerriana constituye un factor de riesgo frente a tantos químicos surcando el aire. La práctica en la siembra de soja, lleva al consumo de agrotóxicos denominados glifosato (herbicida) y endosulfán (pesticida), a la vez que hay otros que se utilizan para facilitar el ingreso de las sustancias tóxicas a la célula vegetal. Tal es el caso de la polioxietilamina (POEA).

Para el bioquímico y referente ambientalista entrerriano, Daniel Verzeñassi, la polioxietilamina “genera una notable reacción tóxica sobre las mucosas, porque precisamente la función es hacer más permeables las células vegetales para el ingreso de la química tóxica (de los herbicidas)”, y remata: “Si tiene ese efecto sobre las plantas, de igual modo actúa sobre los fluidos mucosos de los humanos y animales en general”.

Hay una firme sospecha de que la presencia de esa sustancia es el factor principal de la muerte masiva de peces del río Paraná. “Uno piensa en la polioxietilamina cuando ve los armados con ojos desorbitados y la piel con mucosa, pero lamentablemente nunca se investigó y se dio una explicación reduccionista: que era una bacteria”.

Situar geográficamente el problema puede resultar una tarea similar a la de recorrer el mapa entrerriano casi en su totalidad. No obstante, la zona más crítica se ubica en toda la Cuenca del Feliciano, que desemboca en el Paraná, y por efecto del escurrimiento por superficie afecta también al departamento La Paz. “El Feliciano está muy golpeado por la química del agro y eso se traslada a extensos lugares costeros”, precia el integrante del Foro Ecologista Paraná.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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