Entre la interna y la obediencia debida

Hugo Remedi
El voto de Julio Cobos contra las retenciones móviles parió una nueva Argentina política. El kirchnerismo dejó de ser la suprema fuerza indiscutida y arrastró a sus aliados a fracturas costosas que dirimirán internas no tan lejanas. Por un momento, la gente había vuelto a dar un gesto de confianza a su dirigencia encarnada fundamentalmente en el matrimonio inquilino del gobierno central y algunos pocos otros políticos de proyección nacional. Pero el conflicto con el campo desnudó más miserias que verdades y arrasó con los falaces indicadores con los que se intenta tapar realidades tremendas. Hoy, nuevamente, la gente no cree en nada y eso en política es un camino escarpado, espinado y casi imposible de transitar con normalidad. Los gobiernos provinciales están sufriendo el costo del disciplinamiento ante la sociedad, con absoluta falta de recursos, con conflictos en marcha y problemas sociales. Quizá ahora los gobiernos llamados federales puedan comenzar a transitar su propio camino.
“¡Cómo pasa el tiempo¡”, dirían las tías gordas de peinado permanente y que suscriben como muletilla millones de inquilinos de este bendito universo.
Y a propósito del paso del tiempo, un filósofo aseguró que si no existiese el clima el 70 por ciento de la gente no sabría cómo iniciar una conversación. Pero en fin, vamos al punto. Esta referencia ecológica tiene que ver con que tanto el gobierno nacional como las administraciones provincial y municipales ya han consumido el 20 por ciento de sus gestiones iniciadas en diciembre de 2007 en lo que se dice, un verdadero fogonazo.
Tan rápido ha pasado este tiempo de gobierno casi sin darnos cuenta, como que aún falta recorrer el 80 por ciento de gestión hasta llegar a puerto en diciembre de 2011. Pero con aquella idea ya consolidada en el inconsciente colectivo de que los gobiernos en cuestión parecen más viejos y consumidos que lo que realmente marca el almanaque.
Los primeros interrogantes que surgen a la luz son: qué provincia estamos viviendo y, fundamentalmente, qué provincia vamos a vivir, gozar o sufrir de aquí en adelante.
Lo cierto es que el actual gobernador de la provincia, Sergio Urribarri, aún no ha tenido los frutos de la cosecha propia. Hasta el momento, casi todo le ha venido incluido en la lluvia que trajo la gestión nacional de Cristina Kirchner, con todo lo que ello implica, pero que él adoptó acabadamente. Un gobierno central que ha sido cruzado por un virulento conflicto con la gente del campo que terminó –por lo pronto–, en su aspecto formal, cuando el vicepresidente Julio Cobos, con su voto en el Senado, rechazó el proyecto oficial de retenciones móviles. Aunque la confrontación aún anda dando vuelta y haciendo daños con sus coletazos y derivaciones.
El gentil alineamiento de Urribarri con la Nación, evidentemente no ha tenido hasta el momento la reciprocidad esperada. Si bien es cierto que daría la impresión de que todas las puertas del gobierno nacional se muestran abiertas para Entre Ríos, por ahora casi todo se reduce a sumar anuncios y a tener una fuerte presencia mediática en los medios capitalinos.
De hecho, hoy por hoy, no estamos observando a una provincia gobernada por peronistas que se quieran. Muy por el contrario. Seguramente cuando se ponga en marcha la interna, muchas de las cosas que hoy corren como subyacentes bajo el dibujo de las elucubraciones van a terminar exponiéndose como verdades reveladas y, en consecuencia, como evidencias claras y contundentes.
Fechas caras para la pasión de los peronistas como lo es por ejemplo el 17 de octubre ya amenazan convertirse en el próximo disparador de conflictos que servirá para abonar las diferencias entre Urribarri y Jorge Busti.
El gobernador en estos días ha sido lo suficientemente claro respecto a que en esta fiesta él está organizando hay invitados y también descartados.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)