Ni bueno ni malo, sólo consecuencias

De 2008 a 2009 sin anestesia

Edición
830

Hugo Remedi

Alfredo de Ángeli salió del anonimato e hizo tambalear al gobierno nacional: fue el personaje del año 2008 y promete seguir en guerra. El desencuentro de mayor trascendencia mediática en Entre Ríos lo ofrecieron Urribarri y Busti, pero lo más jugoso se debatió por teléfono o a través de emisarios. Como en la escuelita primaria, también hubo resoluciones “a lo guapo” entre legisladores provinciales. Se cumplen 25 años de democracia y muere el clásico entrerriano de la política que había nacido en 1983 y que Montiel abandona en el 2003 al cerrar su patético segundo mandato como gobernador mientras que aún en vida perdura la bustimanía. Dos temas preocupan, fundamentalmente al oficialismo, en medio del salto al 2009: el impacto de la crisis sobre la economía regional obligada, cuando menos, a no reducir su consumo interno y la garantía que verdaderamente pueda ofrecer el gobierno nacional en ese rumbo y las elecciones legislativas que hoy no se presentan como bienvenidas para el partido en el poder. Por su parte, los gremios estatales terminaron el año en picada; AGMER, incluso, manchada por denuncias de fraude electoral, y entonces, con una debilidad manifiesta frente a una circunstancia que necesitará, sin dudas, de la mayor expresión de fortaleza y solidez para negociar políticas salariales acordes a los tiempos que se avecinan.

Durante los primeros pasajes del nuevo año, habitualmente uno desparrama montañas de augurios, pero siempre por convención, no por convicción, con la inestimable ayuda del noble etílico tan sólo minutos después de haber superado con afortunado estoicismo los recurrentes balances emocionales de fin de año.

¡Feliz Año Nuevo! -algunos más cultos le agregan “próspero”-, reza la frase más usada y tradicional. En realidad, uno no tiene años felices, los tiene buenos o malos y a veces hasta se muere incluso. Y, en verdad, jamás tan buenos de hecho como para no motivar los malos deseos de nuestros semejantes. Acaso, llorar un poco jamás será una mala receta.

Superada ya la cena del fin del mundo y cuando los dos tiros en la nuca deciden aliviar nuestro naciente malhumor, el mundo comienza nuevamente su marcha.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

Edición Impresa