Minga y Aníbal contra los fantasmas

Edición
832

Pasternak

Basta de titubeo, señores, tenemos denuncias. Tenemos estadísticas de la Universidad de Princeton: la auténtica verdad de un estudio realizado con diecinueve millones de ratas que aprendieron a distinguir un pie de foto de una trombosis cerebral. Tenemos cartas documento. ¡Tenemos cartas de Adolfo Pérez Esquivel! Nuestro secretario de prensa leyó una carta entera y dice que está muy buena, que la retórica pacifista del premio Nobel es infalible, que Pérez Esquivel nunca escribió una carta tan abierta como esta. Es el paladín perfecto para nuestra causa, si obviamos detalles como el llamado a la “no violencia” y esas nuevas ideas que promueve: un hombre asistido por el factor comparación, claro y playito como un lago de deshielo, que fue reconocido no tanto por sus méritos como por los de los militares. No es que el tipo fuera uh, qué pacifista, dirá el próximo libro de Juan José Sebrelli, sino que la dictadura argentina era demasiado sangrienta.

Reciban este fraternal saludo de paz y bien del Adolfo, entonces, y pongan el culo a la altura del trópico: somos un grupo de meretrices de la prensa del interior, tenemos una asociación civil con 78 miembros inscriptos, y venimos a exigir al Gobierno que encare un plan de lucha contra el enemigo invisible que acecha el país desde julio de 2008. Un plan en serio, con mapas y helicópteros, con escuadrones motorizados y fondos propios y páginas web hechas con flash y efectos sonoros en la botonera, nada de plantillas prediseñadas. Esta fiebre no se cura con jarabe de pico, señores, vamos a investigar hasta las últimas consecuencias y todo el repertorio de aforismos del manual de gobernabilidad de quinto grado de la perocracia. Queremos ver carne, sudor, peleas en el fango: para eso pagamos una entrada tan cara al circo romano, prostituyendo el apellido para la descendencia, escribiendo páginas enteras sobre la jarra loca que consumen los chicos y el aumento de los robos en las playas de estacionamiento de los supermercados. El enemigo invisible amenaza este Gobierno salvajemente, y las rémoras de la prensa interior asistimos inútiles a una batalla sin cuerpos, al servicio de noticias invisibles, para informar a la gente sobre hechos inexistentes, mientras los líderes elegidos por el pueblo toleran los agravios del enemigo y no actúan, señores, apenas si actúan como si actuasen, seguramente para evitar el choque y el escarmiento, la violencia estatal que demandaría una reacción legítima a estos ataques. Un exceso de democracia, dice el ala dura.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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