Al país, república y a los jóvenes, libros

Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)
La primera historiadora argentina no se calla nada. “Eso de las candidaturas testimoniales es una burla”, dice a los 97. Nacida poco después de los festejos del centenario de la patria, la paranaense Beatriz Bosch se apresta para el bicentenario y lo hace a pasitos cortos y con un sentido del humor a toda prueba. Sus definiciones pondrán a más de uno los pelos de punta y sorprenderán a otros. Entera, lúcida, no concede un milímetro a la demagogia: he aquí una mujer que dice lo que piensa, guste o no, filosa en las respuestas, mordaz, amable, que resalta la obra de José Artigas, lamenta la “traición” de Francisco Ramírez, señala a los que la echaron de la escuela y se anima a abrir su corazón y a hablar de amores.
Su departamento es una biblioteca interminable. Los libros han copado el edificio, se cuentan por decenas de miles, no hay un solo rincón sin la presencia de ellos, una habitación, un pasillo, nada, y no miramos el baño pero allí también deben de estar estos señores.
Desde la puerta de entrada, la primera vitrina contiene los más antiguos, reliquias del siglo XIX, y uno mira en perspectiva el piso de parqué, los cuadros en la pared, incluido un óleo gigantesco de Justo José de Urquiza, admirado por la investigadora (la obra y el prócer), y allá en el fondo del corredor, junto a un escritorio de ebanistería francesa del siglo XIX, Beatriz Bosch sentada.
Un velador antiguo apenas la alumbra, ella está con la revista Noticias en la falda, y después de los saludos de rigor no hay que hacer ningún esfuerzo para la charla porque Beatriz está muy dispuesta a conversar, a reírse de las circunstancias y a caminar también, con ayuda, para mostrar estos archivos, aquella enciclopedia.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)