Columna de opinión: Matías Larraule

Tres eslabones de esta cadena

Edición
848

Por Matías Larraule (*)

Es difícil rescatar individualidades en un deporte de conjunto, pero estos son casos de protagonistas que nunca han bajado los brazos, que siempre lucharon, que superaron las adversidades que tuvieron en el camino y, sobre todas las cosas, demostraron que pueden ser protagonistas en un equipo con rótulo de candidato.

Es difícil resaltarlo en un plantel donde hay riquezas. Las presencias de Víctor Muller y Diego Jara se llevan la mayoría de los elogios. Uno por tratarse del as de espadas de este fenómeno Patronato y el otro por haberse transformado, en seis meses, en la figurita difícil del álbum, en ese delantero del que habla el país futbolero.

Pero en esta plantilla Santa hay tres valores que comenzaron de abajo, mirándola desde afuera, y hoy son piezas fundamentales en el equipo de la capital provincial que quiere ser nacional.

Walter Andrade es uno de ellos. El marcador central nacido futbolísticamente en Sportivo Urquiza, que llegó a la entidad del barrio Tiro Federal a principios de 2005 para sumarse al plantel liguista; el mismo defensor que fue el abanderado de la resistencia Rojinegra en la campaña del ascenso al Torneo Argentino A; el que comenzó viéndolo desde la platea por purgar dos fechas de suspensión pero al que después le costó recuperar su lugar por no ser del agrado del técnico. El Negro demostró que, pese a sus falencias, puede suplir su “lentitud” con personalidad, juego aéreo y presencia.

Cristian Díaz es otro. El ídolo del pueblo de Patronato. El volante que descendió al Torneo Argentino B en 2002, que lo devolvió a la máxima categoría de los torneos del Consejo Federal hace un año y al que muchos le buscaron reemplazante. La Pulga trabajó en silencio, demostrando no sólo sus aptitudes deportivas, sino también su incondicional amor por la camiseta.

Y Edgardo Brítez, el hombre de los goles importantes, el autor de la conquista de la clasificación al cuadrangular semifinal, el mismo que convirtió el domingo ante Boca Unidos el que puede ser el gol del ascenso; el mismo delantero que es un emblema del esfuerzo, que no renegó por ser suplente en su equipo porque sabía que delante suyo estaban Muller, Jara y antes José Luis Marzo. El Indio, como lo bautizó Sebastián Clotet. El que llegó en 2003 desde La Paz para albergarse en la pensión del club, donde todavía reside; el goleador del equipo que viene desde el banco, aprovechando sus escasos minutos en cancha; el artillero al que el entrenador quiso colgar por haber sido expulsado en un momento clave de la campaña.

Andrade, Díaz y Brítez. El Negro, la Pulga y el Indio (o la Muda, como lo llaman en su ciudad). Tres eslabones de esta cadena Rojinegra.

(*) Periodista del diario Uno.

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