Urribarri, Busti y la fractura del frente sindical

La interna que todo lo atraviesa

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866

Antonio Tardelli

Fundamentalmente desde la Asociación Judicial de Entre Ríos (AJER) se resolvió hace unos meses reimpulsar un espacio que permitiera articular los reclamos de los sindicatos del sector público. Básicamente allí se integrarían los docentes de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (AGMER) y los empleados públicos de ATE. Las tres organizaciones sindicales comparten el espacio de la diluida Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), pero se consideró que la sigla era insuficiente para vehiculizar todas las demandas. Es que a la iniciativa fundamental del espacio, su proyecto de ley de emergencia salarial, se plegaría también, por ejemplo, la Asociación del Magisterio de Enseñanza Técnica (AMET), una entidad no integrada a la central. La denominación de Intersindical, por tanto, lucía apropiada y fue en principio aceptada por ATE, en general reticente a toda forma de organización que relegue a un segundo plano a la CTA.

Pero la historia del desencuentro registra alternativas posteriores. El proyecto de ley, alegan desde la entidad de calle Colón, no fue suficientemente debatido. Su elaboración, se entiende, fue apresurada. Y en determinado momento al conglomerado sindical se terminaron sumando espacios como el que representa a los almaceneros y líneas gremiales como la Corriente Clasista y Combativa. La Intersindical, fórmula que a regañadientes aceptaba ATE, se terminó convirtiendo en una multisectorial, modelo con el que la conducción encabezada por Miguel Pellandino no comulga por lo menos como instancia de construcción inmediata. La definición conlleva una notable diferencia con la ATE que durante años condujo Edgardo Massarotti. El ahora dirigente del Partido Justicialista priorizó siempre esa clase de esquemas por sobre el fortalecimiento de la CTA.

Los espacios multisectoriales han protagonizado en Entre Ríos recordados momentos de efervescencia social. La Asamblea en Defensa de Entre Ríos y su Pueblo, durante el gobierno de Mario Moine, y más tarde el ámbito colectivo que impulsó el juicio político a Sergio Montiel, constituyen en ese sentido los dos instantes más significativos. No obstante ello, las experiencias multisectoriales no han sido objeto de posteriores evaluaciones por lo menos por fuera de los círculos sindicales más predispuestos al debate. Cualquier análisis debería reparar en el hecho indubitable de que en ningún caso, pese a la riqueza de los procesos, tales espacios aceleraron la edificación de alternativas políticas superadoras de lo existente. Después de Moine, en 1995, llegó Busti (compartiendo boleta electoral con el reelecto Carlos Menem). Después de Montiel, en 2003, luego de otra experiencia multisectorial, llegó Busti otra vez. Involuntariamente o no, las multisectoriales entrerrianas terminaron tributando al bustismo. En ambos casos Busti fue la expresión política inmediatamente posterior.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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